
¿Qué tan estresadas estamos las personas? para responder esta pregunta, debemos saber cómo medimos el estrés, esto lo hace la psicología clínica.
Sabemos lo que el estrés le hace al cerebro y al cuerpo, pero hay muy poca atención clínica, es decir, sabemos que hubo estrés por los efectos, por ejemplo, cuando hubo enfermedades cardíacas, cáncer, accidentes cerebrovasculares, trastornos respiratorios e incluso suicidio.
Además, sabemos que el estrés aumentó en varias épocas: a nivel mundial durante la recesión de 2007 a 2009 y en la pandemia de COVID-19, pero la comunidad médica está desarrollando herramientas para medir el estrés y contar con mejores tratamientos médicos, mejorar la ciencia del estrés.

El estrés nos puede salvar la vida
El estrés “bueno” nos ha ayudado a sobrevivir durante milenios, ante una amenaza las hormonas del estrés, incluido el cortisol, inundan el torrente sanguíneo, los músculos se tensan y los niveles de azúcar en la sangre aumentan.
El corazón late más rápido y más fuerte y los vasos sanguíneos se dilatan, desplazando oxígeno adicional a través del cuerpo para pensar y moverse más rápido. El sistema inmunológico está en guardia para una rápida curación y recuperación.
Pensemos en las “amenazas” que la humanidad tenía en la prehistoria. No son las mismas a las de la modernidad, ahora el tráfico, ciberacoso, las deudas, han provocado un desajuste evolutivo, ya que son situaciones que no ponen directamente en peligro la vida, pero provocan estrés prolongado.
Se están desarrollando sensores que buscan detectar los niveles de cortisol y otras hormonas del estrés en tiempo real a través del sudor, ya que una mejor comprensión del estrés podría transformar fundamentalmente la atención médica.