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¿Por qué lo que comemos afecta a nuestras defensas?

Desde que el médico griego Hipócrates (460-370 a.C.) afirmó aquello de “que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento” se conoce que la alimentación juega un importante papel en la prevención y tratamiento de las enfermedades. Sin embargo, no ha sido hasta las últimas décadas del siglo XX cuando la comunidad científica ha profundizado en la relación entre los alimentos que ingerimos y nuestra salud.

Porque, en efecto, lo que comemos forja nuestro sistema inmune. Ya en el vientre, a través de los alimentos que ingiere la madre, el feto recibe nutrientes y otros compuestos que comienzan a definir sus defensas. Después del nacimiento, la leche materna aportará componentes esenciales para el desarrollo completo del recién nacido, mejorando también la función inmunitaria durante todas las etapas de la vida.

Tanto es así que hay evidencias de que aquellos niños que han tomado leche materna presentan menor incidencia de enfermedad inflamatoria intestinal, alergias y asma durante la niñez. Incluso se asocia la lactancia con menor probabilidad de desarrollo de diabetes y obesidad durante la vida adulta.

En este sentido, existen fundamentos para afirmar que nuestro estado nutricional influye sobre el sistema inmunitario. Un individuo bien nutrido se encuentra mejor preparado para hacer frente a cualquier agente extraño o patógeno que pueda invadirlo. Todo lo contrario que quienes sufren malnutrición, ya sea debida al defecto o al exceso en la ingesta de alimentos.

Sea como fuere, la evidencia científica indica que los micronutrientes repercuten de manera importante en la función del sistema inmunitario. Tanto que los expertos empiezan a hablar de inmunonutrientes.

Otros elementos como el hierro y el cobre resultan esenciales para mantener la integridad de las relaciones entre los sistemas nutricional e inmunitario. Incluso actúan como mediadores en diferentes reacciones metabólicas.

 

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