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Se cumple un año de la llegada de Ómicron, la variante más contagiosa de COVID-19  

El 28 de noviembre de 2021, hace un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a Ómicron como “variante de interés” de COVID-19 ante la proliferación del virus en todo el mundo.  

En el primer aniversario de esta declaración, el organismo internacional llamó a mantener las pruebas de detección “que están disminuyendo a nivel mundial” y a mantener la vacunación. 

“Ómicron cambió la trayectoria de la pandemia”, aseguró la OMS en una nota en la que los científicos de Botsuana, Hong Kong y Suráfrica recuerdan como fueron los primeros en detectar la nueva variante y alertaron a esta organización sobre sus posibles consecuencias.

Los expertos presentes en la reunión se preocuparon por el gran número de mutaciones presentes en esta variante, que difería, en gran medida, de las otras variantes que se habían detectado hasta entonces. 

Los primeros datos mostraban la rápida propagación de Ómicron en algunas provincias de Sudáfrica y un mayor riesgo de reinfección en comparación con las variantes que circulaban anteriormente. 

Una variante preocupante

Apenas unas horas después, la OMS declaró esta nueva variante como preocupante.  

“Estábamos ante algo nuevo, algo diferente, y ante lo que el mundo debía prepararse rápidamente”, comentó la directora técnica de COVID-19 de la OMS, la doctora Maria Van Kerkhove, quien grabó un vídeo en el que anuncia la clasificación de Ómicron como variante preocupante. 

En cuanto se clasificó la variante, el personal se apresuró a informar y preparar a las oficinas de la OMS en todo el mundo antes de que la noticia se hiciera pública.

Rápidamente se identificó que Ómicron era significativamente más transmisible que Delta, la variante anterior que preocupaba. En el plazo de cuatro semanas, a medida que la ola de Ómicron recorría el mundo, sustituía a Delta como variante dominante. 

Los países que hasta entonces habían logrado mantener a raya a COVID-19 mediante medidas sociales y de salud pública se encontraron ahora con dificultades. 

En el caso de los individuos, el mayor precio lo pagaron quienes corrían el riesgo de contraer una enfermedad grave pero no estaban vacunados, y vimos cómo aumentaban las hospitalizaciones y las muertes en varios lugares del mundo”, comentaron especialistas de la OMS. 

Aunque Ómicron fue menos grave en comparación con Delta, todavía hubo un número significativo de muertes.

Así, en marzo de 2022, la OMS y sus socios estimaron que casi 90% de la población mundial tenía anticuerpos contra COVID-19, ya sea por vacunación o por infección. 

Sin embargo, en general, esta nueva variante causaba una enfermedad menos grave que la media de Delta. 

Una enfermedad menos grave

Los científicos se esforzaron por comprender por qué era así. Probablemente influyeron varios factores. Por ejemplo, el virus se replicaba de forma más eficaz en las vías respiratorias superiores y la inmunidad de la población había aumentado de forma constante en todo el mundo gracias a la vacunación y las infecciones. 

Aunque las vacunas redujeron el impacto de Ómicron, ellas mismas se vieron afectadas: los estudios han demostrado que la eficacia de las vacunas contra la infección, la enfermedad, la hospitalización y la muerte disminuyó (aunque a ritmos diferentes) con el tiempo.

Sin embargo, la protección contra la hospitalización y la muerte se ha mantenido alta, evitando la muerte de millones de personas. 

Desde la aparición de Ómicron, el virus ha seguido evolucionando. Hoy en día, hay más de 500 sublinajes de esta variante circulando, pero ninguno ha sido designado como una nueva variante preocupante. 

Hasta ahora, estos sublinajes de Ómicron tienen mucho en común: todos son altamente transmisibles, se replican en el tracto respiratorio superior y tienden a causar una enfermedad menos grave en comparación con las anteriores variantes preocupantes, y todos tienen mutaciones que les hacen escapar de la inmunidad acumulada más fácilmente. 

Esto significa que son similares en cuanto a su impacto en la salud pública y la respuesta que se necesita para hacerles frente. 

El virus cambiará significativamente

Si el virus cambiara significativamente -como si una nueva variante causara una enfermedad más grave, o si las vacunas dejaran de prevenir la enfermedad grave y la muerte- el mundo tendría que reconsiderar su respuesta. 

La OMS, junto con los científicos y los profesionales de la salud pública de todo el mundo, sigue vigilando las variantes circulantes en busca de signos de la próxima variante preocupante. 

Sin embargo, advierten de cierta “desconfianza”, ya que las pruebas y la secuenciación “están disminuyendo a nivel mundial” y las secuencias que están disponibles no son representativas a nivel mundial (la mayoría de las secuencias son compartidas de los países de altos ingresos). 

Próxima variante podría ser más peligrosa que Ómicron

Un estudio de laboratorio sudafricano que utilizó muestras de COVID-19 de una persona inmunosuprimida durante seis meses, mostró que el virus evolucionó para volverse más patógeno, lo que indica que una nueva variante podría causar más enfermedades que la cepa Ómicron predominante actual. 

El estudio, realizado por el mismo laboratorio que iba a probar por primera vez la cepa Ómicron contra las vacunas el año pasado, utilizó muestras de una persona infectada con el VIH.  

Durante los seis meses, el virus causó inicialmente el mismo nivel de fusión celular y muerte que la cepa Ómicron BA.1, pero a medida que evolucionó, esos niveles aumentaron hasta volverse similares a la primera versión de COVID-19 identificada en Wuhan, China. 

El estudio, dirigido por Alex Sigal, del Africa Health Research Institute, en la ciudad sudafricana de Durban, indica que el patógeno del COVID-19 podría seguir mutando y que una nueva variante podría causar una enfermedad más grave y la muerte que la cepa Ómicron relativamente leve.

El estudio aún no ha sido revisado por pares y se basa únicamente en el trabajo de laboratorio en muestras de un individuo. 

Sigal y otros científicos han postulado previamente que variantes como Beta y Ómicron, ambas identificadas inicialmente en el sur de África, pueden haber evolucionado en personas inmunodeprimidas, como las infectadas con el VIH.  

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