Hablar de suicidio es hablar de un problema de salud pública que va en aumento y nos demanda ser más sensibles con el dolor y sufrimiento humano; por lo general, quienes piensan en él manifiestan de manera verbal o conductual señales de alerta como: no encontrar sentido a su vida, experimentar un alto nivel de frustración, hartazgo o dolor emocional.
La académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Paulina Arenas Landgrave, aseguró lo anterior con motivo del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, que se conmemora el 10 de septiembre y señala que estas muertes violentas pueden prevenirse si se interviene de manera oportuna.
Para ello es importante estar alertas de quienes expresan altos niveles de desesperanza y estrés, que sienten ser una carga para otros o no están satisfechos con lo que hacen y con sus principales logros.
Este año, el lema de la efeméride es “Crear esperanza a través de la acción”, el cual muestra la necesidad de actuar de manera colectiva ante este problema urgente de salud pública, señala la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y llama a familiares, amigos, compañeros de trabajo, educadores, líderes religiosos, profesional de la salud, políticos y gobiernos a tomar medidas para prevenirlos.
En 2019, agrega la OPS, en la región de las américas murieron por suicidio 97 mil 339 personas y se estima que 20 veces más ese número -un millón 946 mil 780 individuos- pudieron haber intentado suicidarse.
“El incremento exponencial de los suicidios en los últimos 10 años no solo es en México, sino en el mundo. Nos ubicamos dentro de los países con tasas medias, pero ha aumentado considerablemente entre los adolescentes y jóvenes”, agrega la experta universitaria.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2020 se reportaron siete mil 818 suicidios en el país, equivalentes a 0.7% del total de fallecimientos. Además, aumentó la tasa de estas lesiones autoinfligidas al pasar de 5.6 por cada 100 mil habitantes en 2019, a 6.2 por cada 100 mil para 2020.
El grupo poblacional de 18 a 29 años de edad presenta la tasa más alta: 10.7 decesos por cada 100 mil personas, seguido del grupo de 30 a 59 años con 7.4 fallecimientos.
Sin embargo, Arenas Landgrave alerta sobre las cifras entre jóvenes de 10 a 17 años: en hombres, la tasa de suicidios es de 5.2 por cada 100 mil habitantes, y en mujeres de 3.6 por cada 100 mil.
La especialista sugiere revisar a detalle las estadísticas de este problema de salud pública, pues si bien a nivel nacional la tasa estandarizada es de 6.2 por cada 100 mil habitantes hay 17 entidades mexicanas con tasas mayores a esta. Los tres estados con las más altas son: Chihuahua (14.0), Aguascalientes (11.1) y Yucatán (10.2).
“Aguascalientes tenía la tasa mayor de muertes por suicidio en adolescentes, y eso es muy importante de visibilizar. También es necesario que las estadísticas incluyan datos sobre personas de la diversidad sexual, que en algunos casos tienen fuertes problemas de no aceptación por parte de la familia o de la sociedad”, agrega.
La académica universitaria subraya que en el caso de la Universidad Nacional se realizan esfuerzos a nivel institucional para integrar a los actores y homologar las diferentes acciones que se pueden realizar para la prevención del suicidio, a través del Comité Técnico para la Atención de la Salud Mental. En su página (saludmental.unam.mx) se puede encontrar información de los programas que hay en Ciudad Universitaria y en los diferentes campus.
Mensajes de alerta
Paulina Arenas Landgrave, también responsable académica y supervisora del Centro Comunitario de Atención Psicológica “Los Volcanes”, precisa que el suicidio no es una enfermedad ni un trastorno de salud mental, pero se relaciona con algunos de estos como la depresión, ansiedad, esquizofrenia, trastornos de la personalidad y del estado afectivo. Además, suelen intervenir circunstancias familiares, sentimientos de no pertenencia, dolor psicológico y también el consumo de drogas.
“Tenemos que estar atentos a los mensajes de alerta, pero además ser más sensibles al dolor emocional que escuchamos de quienes presentan este comportamiento. Muchas veces nuestros pacientes expresan que le han dicho a su mamá, a su papá o amigos que están hartos y la respuesta que reciben es que están locos, que esas situaciones sólo les pasan a los débiles, porque sigue habiendo mucho estigma”, agrega.
En ese sentido, la experta universitaria insiste en que este Día Mundial de la Prevención del Suicidio debe ser una oportunidad para promover mayor conciencia sobre esta problemática y “contactar con el otro desde el dolor y sufrimiento humano”.
En no pocas ocasiones, prosigue, escuchamos a personas con estos pensamientos y reaccionamos desde nuestro miedo, impotencia y frustración. “Es estar atento a las alertas y acompañar la escucha desde la empatía, del contacto humano con el otro que puede tener sufrimiento y dolor emocional. Y más que cuestionar, abrir ventanas de oportunidad para que digan lo que sienten, necesitan, y nosotros estar dispuestos a generar un mejor entorno que permita a esa persona sentirse apoyada, validada y entendida”, asevera.