En México existen 68 pueblos indígenas, cada uno con tradiciones, costumbres y lenguas propias. Una de ellas es la Huichol o también llamada Wixarika, que en su esencia, reconoce la espiritualidad y la naturaleza como lo más importante en la vida.
Lisandro es una de las más de 100 mil personas en el país que se reconocen como huicholes y antes de su nacimiento, su abuelo ya anunciaba parte de su destino. Él sería distinto a los demás niños.
“En cada familia, cada comunidad, existen personas en la cultura Wixarika que son descubiertas desde que nacen, que tienen un don espiritual. Mi madre me comentó que mi abuelo ya había advertido de que yo iba a ser distinto a los demás niños, que no me faltara al respeto ni me violentara, porque era totalmente natural”, comentó Lisandro.
Conforme creció, Lisandro percibió que tenía gustos e intereses distintos. Comenta que él sabía que era distinto desde que estaba en la primaria y trataba de comportarse igual, pero sabía que actuaba de forma falsa.
Lisandro enfrentó el rechazo de su comunidad
El racismo y la estigmatización, dicen activistas, ejemplifican la doble discriminación que viven la mayoría de las personas que pertenecen a un pueblo indígena y que además son homosexuales, lesbianas, bisexuales, de la comunidad trans o queer.
Ante el rechazo de su propio pueblo, Lisandro optó por salir de Guadalupe, Ocotán, su lugar de origen, y en Tepic encontró a más personas como él, que ahora viven con libertad.
“Desde la amistad creamos las nativxs porque aquí en Nayarit tenemos cuatro pueblos distintos: Wixarika, Nayeri, O’dam y Mexican”, agregó.
Desafortunadamente no todes corren con la misma suerte.
Para acabar con el racismo y discriminación hay que concientizar a las comunidades desde dentro, pero también por fuera, promoviendo políticas públicas que garanticen derechos básicos a la salud o educación.
Rubí cuestiona a qué trabajo puede aspirar al ser mujer indígena de la diversidad si en su entorno rural los negocios son machistas.
“Puedes salir de un contexto a otro donde también se pueden enfrentar a crímenes de odio. Acá organizamos la Marcha del Orgullo, las comunidades indígenas muchas veces son un poco complicadas, las políticas públicas y se acuerdan cosas, pero eso no llega a concretarse a comunidades indígenas”, cuenta Rubí.
Hoy, Rubí y Lisandro llevan en la piel el orgullo de sus raíces pero también el de la comunidad de la diversidad. Basta ver el traje típico de Lisandro, lleno de símbolos que representan su cultura originaria, pero lo engalana con los colores del arcoiris.
“Hola hermanos wixaritari. Yo les invito a que nos respetemos, que nos queramos, y nos sintamos orgullosos. No importa si amamos a un chico igual que nosotros o si una chica ama a otra chica igual que ella. Todos somos importantes y valemos”, agregó Lisandro.