Se entiende por qué las llaman “alegrías” a estas semillas en barras, muy juntas gracias al piloncillo y acompañadas en ocasiones de pasas, nueces, arándanos.
Existe una pequeña empresa al sur de Ciudad de México, en Santiago Tulyehualco, Xochimilco. Ahí se producen “alegrías” y otros productos hechos con amaranto, una semilla ancestral, que solían consumir comunidades prehispánicas en nuestro país, cuyo sabor se preserva en pueblos como éste, donde se produce y se transforma.
Franco Xolalpa representante no gubernamental del sistema de Productos de Amaranto habló con Once Noticias sobre este tradicional dulce mexicano.
Hace todavía 30, 40 años existía el famoso alegrillero, de ahí el nombre de las alegrías, que era el que iba de puerta en puerta ofreciendo el producto en la Ciudad de México. En el pueblo seguimos conservando esta hermosa tradición, para nosotros es una tradición de familia, de raíz, que obviamente queremos seguir cultivando.
El proceso según el experto, inicia con el corte, con unas máquinas que van triturando la planta para obtener las semillas. La máquina avanza y avienta al aire polvo de ramas y hojas. Las cuchillas de la trituradora limpian los granitos del amaranto. Los productores, bajo el rayo del sol, cargan las plantas, todas las que abarcan sus brazos, una y otra vez, hasta concluir la cosecha. Finalmente, el amaranto llega a las empresas familiares como ésta, y comienza la transformación del producto.
Esta transformación consiste en poner a fundir el piloncillo y el azúcar junto con el agua y el limón hasta que alcanza un punto de cristalización. Después lo mezclan con el amaranto, y se pasa a los moldes. Se lleva a cabo el proceso del laminado que es extender el amaranto, el comprimido del amaranto en el molde y después el proceso del corte en pequeñas barras. En Ciudad de México son alrededor de 200 empresas las que mantienen vivo el sabor del amaranto y lo hacen con talento y creatividad.
El amaranto mantiene su identidad con ciertas dificultades en la capital mexicana. Se produce principalmente en el Cerro del Teuhtli, volcán extinto que comparten Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac. En estos senderos hay parcelas que tienen plantas de amaranto ya segadas, secándose al sol. Algunas plantas continúan en pie y lucen colores encendidos.
La producción de amaranto sobrevive pese a las adversidades ya que por sí misma no es rentable y por ello se combina con otros cultivos, como maíz y últimamente olivo. Al sur de la capital, por el abandono del campo y el avance de la mancha urbana son cada vez son menos las hectáreas dedicadas a esta labor. Sin embargo, el amaranto reclama sus raíces.
Mi papá siempre fue campesino, falleció este año y con ese orgullo lo hago, con el orgullo de que decía papá en que sus tierras estuvieran trabajadas, porque son herencias de generaciones” dijo Abel Jiménez García, productor de amaranto en Santiago Tulyehualco.
En la región centro de nuestro país, el amaranto permanece con su sabor y propiedades nutrimentales, esta semilla no tiene gluten y es rica en fibra, en nutrientes como los aminoácidos básicos para el funcionamiento del metabolismo del cuerpo humano, es un alimento extremadamente nutritivo que lo estamos desaprovechando.
“Si pudieran tener la oportunidad de desarrollar el potencial del amaranto con los demás alimentos de una dieta diaria, se darían cuenta que no solamente es un dulce, es un alimento altamente nutritivo”.