Antes de la cita, bajo el cobijo de la sombra de las jacarandas, grupos de amigas y colectivos ultimaban detalles de las pancartas que empezaron a levantar junto con sus puños en los distintos contingentes de la marcha de este 8 de marzo de 2021, Día Internacional de la Mujer.
Cita en la que los rostros cubiertos fueron la constante, porque a la violencia de género se le sumó otra amenaza: la pandemia del COVID-19.
Es un movimiento que lo amerita, la neta que por algo estamos aquí y a pesar de todo traemos las medidas adecuadas, traemos gel y tratamos de no estar sin cubrebocas’’, aseguró Rebeca quien trabaja como empleada.
A un año de estar en casa, estar en la oficina, digamos que, no ocupando el espacio público, nos ha traído la posibilidad de pensar lo que queremos seguir construyendo en el feminismo, con las mujeres, con todas las personas que queremos un país más justo, más igualitario, más alegre’’, aseguró la productora, Mariana Linares.
Marcha atípica que ocupó otros escenarios, con diversas acciones.
Apoderarnos de los nombres de las calles para conmemorar a mujeres latinoamericanas, hasta somos una voz, hasta los movimientos sonoros en la ciudad, todas las campañas de redes, en fin, hemos encontrado distintas maneras y es emocionante sobre todo que está la unión, que siga la fuerza, eso no va a parar’’, aseguró la productora Paula Amor
Sobre Avenida Juárez, sentada en su banquito, doña Yolanda también apoyó las consignas.
Yo trabajo aquí, soy vendedora de billetes y una cuidando mi puesto y estoy aquí con mi hija y con las muchachas, porque al final, como mujer, como madre, también me duele que vaya a pasarle algo a mis hijos y en mi época hubo cosas que nos callamos, porque anteriormente no se hacía esto’’, consideró Yolanda, quien se dedica al comercio.
Miles de voces fueron dejando eco en su andar, por ellas, nosotras y las que lamentablemente ya no están.
Porque cada vez hay más mujeres que mueren a manos de sus novios o de sus esposos, lo cual es muy triste’’, consideró la terapeuta, Edith Ibarra.
Al final, entre vidrios rotos, mobiliario y un extraño sentimiento de desesperanza llegamos al Zócalo Capitalino.