Valle de México

El festejo de la Santa Muerte en Tepito el primer día del año

¿Si la muerte viniera a ti, y preguntara qué es lo mejor de esta vida, qué dirías?

Con esas palabras se presentó “El Paletas”, un hombre de 44 años devoto a la Santa Muerte, que explicó los festejos de cada primer día de mes en el altar de la Niña Blanca en la colonia Morelos.

Yo estoy mes con mes aquí en Tepito, el único día que no vengo es el mes de noviembre, el mero día de la Santa Muerte (1 y 2 de noviembre), ese día yo le hago una pachanga bien chingona ahí en mi barrio con la familia y la banda”, comentó “El Paletas”.

Al altar de la Señora Queta, en Alfarería #12, llegaba gente de todas partes del Valle para cumplir sus mandas. La caída del Sol daba inicio a una misa con plegarias dirigidas a la Niña Blanca y al concluir todos partían del lugar.

El 7 de junio del 2016 asesinaron frente al altar a Raymundo Romero, al esposo de Doña Queta. Desde ese momento la señora Romero suspendió las misas y los festejos en el altar; sin embargo, los fieles siguieron llegando para adorar a su Santa en las calles de ese barrio.

Ya sólo estamos porreando, porque desgraciadamente ya no se hacen misas cómo años atrás. Ahorita nada más venimos a hacer la pura ofrenda. Por decir, en mi caso personal vengo a darle algo de lo mucho que ella me da mes con mes, año con año. Este año me dio mucha bendición, amor. Amor de personas que con un abrazo sentí su cariño. Es chingón”. Reflexionó “El Paletas” sobre el año viejo.

La calle se llenó de colores con los pequeños o enormes altares dedicados a la Santa Muerte, esos altares forman un pasillo de personas y aromas. Al centro de ese pasillo había una fila de gente con su imagen a la vista.

La fila de varias cuadras llega al recito principal en Alfarería 12, donde los devotos se persignan y prenden una veladora con una oración a susurros frente a la catrina de dos metros vestida de amarillo. Los intercambios de flores, dulces e inciensos entre los de la fila y los que forman el pasillo eran mutuos, algunos pasaban con mezcal y bañaban las imágenes como símbolo de purificación.

Los altares se llenaron principalmente de flores de todos los colores, también había dulces, frutas, cigarros, inciensos y alguno que otro porro para agradecer el año venidero.

Las ofrendas pueden ir desde algo material a una oración, o la promesa de tatuajes con su imagen. “El Paletas” explicó el inicio con su adoración por la Santa y la tinta.

Los tatuajes de mi cara son protecciones contra el Covid-19″. Aclara antes de iniciar su historia. “Tuve un accidente, recibí una descarga eléctrica de 28 mil volts que me entraron por la mano izquierda, me subió por arriba del corazón y me salió por acá, el pie derecho. De ahí me tiró un paro (la Santa Muerte) y pues ahorita ya tengo 44 años de vida. Los otros tatuajes son porque también me salvó la vida, porque me ha sacado de la cárcel o de la vida malandra. Cada uno son la base de mi adoración. Y la posibilidad de tenerla así, a la vista es en honor a Ella. Es respeto”, explicó para Once Noticias.

Niños, adultos mayores y de todas las edades coreaban la voz que les decía “Cámara banda una porra pa´ La Santa… Una, dos, tres.” “¡Chiquiti bum a la bim bom ba… La Santa, La Santa, ra ra ra!!”

El culto a las deidades de la muerte en México logró permanecer más allá de la conquista y la evangelización. Algunos apuntes señalan a la reina Mictecaciahuatl como protagonista del festejo prehispánico que hoy conocemos como Día de Muertos, (el Miccailhuitontli) donde las flores y los inciensos también eran los principales tributos el 1 y 2 de noviembre.

La feminidad de la muerte se relacionaba con la fertilidad de la vida. En su momento la antigua diosa, aparecía con el cráneo sin piel, los senos al aire y heridas en el vientre mostrando sus múltiples partos, en algunos casos tenía la boca abierta con un guerrero saliendo de ella.

Hoy la deidad se representa con una Catrina empuñando una guadaña, una vez más una herramienta de fertilidad con la que La Muerte siembra vida en su paso por las tradiciones mexicanas. En cualquiera de las dos imágenes se le podría entender como el espacio que da inicio a la vida y no el estigma demoniaco y castigador de la visión europea.

Los mariachis de Tepito entonaban las últimas melodías de canción “Sigo siendo el rey” para despedirse de la Niña Blanca, mientras “El Paletas” levantaba su altar para llegar a casa y comenzar un año nuevo bendecido por la reina de los huesos mexicanos, que mes con mes lo espera en el Barrio más famoso del país.

Fotografía por Ernesto Álvarez

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