Malenita vio pasar a los grandes periodistas de la nota roja frente a su escritorio. Con algunos entabló largas amistades y con otros sólo la cortesía del saludo y algunos datos periodísticos que podría proporcionarles.
Yo entré en 1970 a trabajar en intendencia, para finales de los setentas cambié. Llegaba a las 7 de la mañana, limpiaba todo y a las diez de la mañana me pasaban de elevadorista. Paré porque, a partir de 1985, salí lesionada en el sismo. Un compañero y yo nos quedamos atrapados junto a un muro. Me descalabraron unos vidrios que cayeron del quinto piso y tengo unas heridas en la cabeza y el cuerpo. Vi caer el edificio de la calle Niños Héroes y Doctor Liceaga, donde trabajaba. Desde entonces me dan mucho miedo los temblores”, explica Malena.
Después de 1985, Malena pasó al laboratorio de lo que entonces era la Procuraduría General de Justicia. Ahí llegaba y preparaba la mezcla con la que se hacían las pruebas de parafina, que sirven para detectar residuos de disparos en la ropa o en la piel de las personas.
En el laboratorio aprendí cómo hacer las pruebas de la parafina. Preparaba la cera liquida y a los detenidos les enredaban las dos manos con algodón y luego se vaciaba la cera. Después abrían la cera seca con unas tijeras para ver si salían las pruebas de que ellos habían detonado un arma”, explica Malena.
En el laboratorio sólo estuvo unos años y, para finales de los años 80, pasó al área de comunicación social de la PGJ. Y lo mismo que en otras áreas, hacia sus labores de siete a diez de la mañana y el resto del día se dedicaba a aprender lo que hacían los compañeros del piso. A las diez ya estaba rodeada de reporteros y fotógrafos de la nota roja que apuntaban nombres o direcciones en papelitos mientras esperaban jugando al domino o fumando cigarrillos.
Hacia la limpieza cuando llegaba y después ayudaba en las cosas de oficina. Aprendí a hacer las copias en mimeógrafo. Las secretarias escribían en esténcil y después nosotros lo fotocopiábamos. En ese tiempo se les daba a los periodistas el boletín en la mano o se les ponía en una mesita. También se les llevaban las averiguaciones previas y ellos escogían cuales eran los casos más relevantes para la prensa. En ese tiempo tenían más acceso los periodistas”, señala Magdalena.
A pesar de estar en un ambiente completamente de hombres, Malena señala que siempre tuvo el respeto de los compañeros a pesar de que el humor y las bromas entre ellos son pesadas y un tanto oscuras. Malena aprendió el lenguaje y a pasarle datos a la prensa para que pudieran hacer su trabajo.
También teníamos que aprender las claves de la policía o la Cruz Roja. Por ejemplo, llegaban los policías y decían ‘tenemos un R9’ y pues había que comunicarles a los periodistas que había llegado un detenido. Poco a poco se me van olvidando, me las aprendía porque los muchachos las mencionaban mucho”, dice Malenita.
Frente a ella desfilaron grandes periodistas de la fuente policiaca como el Güero Tellez, Héctor Herrera, Enrique Metinides o Luis Barrera. A sus 71 años, María Magdalena tiene el ímpetu de trabajar. Sin embargo, el Covid-19 detuvo sus labores y trajo algunas tristezas por la pérdida de familiares y compadres.
Extraño trabajar. Me enfermo del estrés en este departamento, ya se me hace chiquitito. No salgo ni a las compras. En Navidad no pude estrenar nada, ni en Año Nuevo, porque no he visitado tiendas. Pero es preferible porque hay muchos contagios. Ahora mi hermana está contagiada de Covid-19 y no puedo ir a verla. Sí extraño a los reporteros ¿Cómo no? Los veo en la televisión y le pido a Dios por ustedes”, dijo María.
Malena está por cumplir 50 años trabajando para lo que hoy es la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Espera recibir un diploma, una placa y un cheque que premien sus años de servicio. Algunos reporteros también extrañan sus bromas y buen humor durante las mañanas en la cobertura matutina.