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Organilleros buscan que el oficio sea declarado Patrimonio Cultural Intangible de CDMX

FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

Cilindreros organizados de la capital buscan que este oficio, que llegó a finales del Siglo XIX a México, sea declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.

Y es que el interés de las y los organilleros por obtener este declaratoria es revalorizar el oficio que han desempeñado generaciones de familias, y con lo cual permitiría generar programas de desarrollo, principalmente en el tema cultural.

“En los setenta sí había personas en México que reparaban los instrumentos, familias que grababan rollos y ponían melodías nuevas. Ellos murieron y hacia los noventa empezó a decaer la tradición. Parecía un ocaso. Sin embargo, a partir del año 2000, empezó a haber cambios”, contó Víctor.

Uno de esos sucesos que marcó al oficio fue la visita del chileno Manuel Lizana, quien vino a México y en su país el oficio ya había sido declarado patrimonio. En 2017, la UNESCO ingresó al organillero chileno a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como una tradición y disciplina propia. Aunque allá se le conoce como organillero-chinchinero.

“Entonces se empezó a tejer lazos con México, de tal forma que él enseñó a varias familias a restaurar instrumentos. Entonces, a partir del año 2000, ha empezado a haber un cambio hacia nuevas prácticas y mejorar las calidades de los instrumentos. Es un proceso largo y ha corrido a cargo principalmente de los organilleros”, sentenció Víctor Maya.

¿Qué les permitiría esa declaratoria?

Víctor lleva desde los 15 años tocando el cilindro. Este oficio le permitió terminar su carrera en Comunicación en la Universidad Autónoma de Ciudad de México (UACM), aunque ahora se dedica a la gestión cultural relacionado con el oficio, y también sigue tocando en Paseo de la Reforma.

Este oficio, cuenta va de generación en generación. A él lo invitó un primo aunque su padre ya se dedicaba al oficio.

“Son familias y personas que se van invitando. Decimos generalmente que uno entra a este oficio por necesidad; suele ser una opción, no de las últimas, pero diferente. Yo entré, por ejemplo, para costearme mis estudios. Estudiaba en la mañana y trabajaba en la tarde. En las filas de los organilleros ha habido muchas personas que hemos terminado nuestra carrera a partir de este oficio. Y nos hemos quedado en el oficio porque nos ha gustado”, aseguró en la entrevista.

Víctor será uno de los organilleros que acudirá al III Festival Internacional de Organilleros Chinchineros “Manuel Lizana”, que se llevará a cabo en Valparaíso, Chile, del 8 al 10 de noviembre.

El joven organillero aseguró que en su organización impulsan tres proyectos que se fortalecerían con la declaratoria de Patrimonio:

FOTO: VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO.COM

La breve historia de un oficio ambulante: el cilindrero

Es imposible nunca haber escuchado a un organillero en las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Levantan siempre pasiones: o los amas o les rehúyes.

Se tratan de postales vivas de la música: se pasean con su enorme cilindro sobre las espaldas  –los modernos ‘Pipilas’ que buscan encender los corazones–, para luego colocarse sobre las calles de la capital.

La música nace de un enorme instrumento llamado ‘cilindro’ cuyo pasado se rastrea en Alemania. Se trata de un instrumento de aire creado a finales del siglo IX hecho de madera. A México llegó en barco, a finales del siglo XIX, y pronto tuvo una apropiación única porque de sus fuelles se emitieron valses y melodías mexicanas del momento que amenizaron a los transeúntes de la época porfiriana.

La figura del cilindrero ambulante pronto tuvo presencia en ferias y plazas, que alegraban y acompañaban a las personas asistentes. Y ahí encontró su lugar. Desde entonces se le encuentra con su particular uniforme color caqui, que fue dispuesto desde los sesenta, y se inspiró en los uniformes de “Los dorados de Villa”, un grupo de élite de la División del Norte, cuadrilla del general Pancho Villa.

Este oficio es sinónimo de algarabía y cada organillero o cilindrero le  pone un toque a su forma de compartir su oficio, quienes sobreviven de lo que la gente valore con una moneda.

“El oficio del organillo es un oficio bello. Le da música a la ciudad y rompe en el espacio público cuando esto es un caos, cuando está la locura. Tú puedes ir a sentarte en la Alameda, desconectarte y escuchar una melodía. Y ya que el oficio del organillo es bello, es importante preservarlo”; reflexionó Víctor Maya.

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