Ciencia

El cambio climático también modifica el lenguaje

Las catástrofes naturales y los fenómenos extremos no son las únicas consecuencias del cambio climático para la humanidad. También modifica el lenguaje, añadiendo palabras nuevas.

Algunos fenómenos climáticos aparecen o se refuerzan, como los “remolinos de fuego”. Pueden desencadenarse con incendios muy intensos, si las diferencias de temperatura y los vientos inestables crean un remolino capaz de aspirar las llamas. Podrían multiplicarse en California y Australia.

Las “tormentas de fuego” van acompañadas de relámpagos y truenos, pero sin lluvia. Aunque difíciles de predecir, sus principios básicos son siempre los mismos: los grandes incendios provocan un calor extremo y mucho humo que, al elevarse hacia el cielo, interactúa con la humedad del aire para formar una nube.

Esta nube, después de haber soltado una tormenta de fuego, se llama “pirocumulonimbus” (o nubes de fuego). Australia lo vivió en 2019 y 2020.

En las ciudades, la ola de calor va acompañada de la “isla de calor urbana” cuando la falta de vegetación, el reemplazo de las coberturas naturales por superficies artificiales (moles de hormigón y demás) y la contaminación disparan el termómetro en comparación con las zonas de campo.

Todavía es más preocupante el fenómeno del “termómetro húmedo” o TW: esta medida tiene en cuenta la humedad relativa y sus posibilidades de evaporación.

Las nuevas previsiones de los expertos climáticos de la ONU, el IPCC, que están siendo validadas por 195 países, recalcan la creciente amenaza que representan algunos “puntos de ruptura” climáticos que podrían conducir hacia un cambio dramático e irreversible, según fuentes que han tenido acceso a la versión preliminar del texto.

Entre estos puntos de inflexión figura la transformación en sabana o “sabanización” que en el peor de los casos podría darse en el Amazonas.

Ante estas catástrofes anunciadas, algunos deciden no actuar porque consideran que es demasiado tarde; se les llama “doomism” en inglés (de “doom”: ruina, destino trágico).

Otros se dejan arrastrar por la “solastalgia”, la angustia provocada por la degradación del planeta y la pérdida del medio ambiente, o la “colapsología”, la teoría del derrumbe de nuestra civilización.

En el lado opuesto se sitúa la joven sueca Greta Thunberg, quien condujo a parte de su generación a actuar, una corriente conocida en Italia como “Gretini”.

Algunos se sienten tentados por el “turismo de última oportunidad” para ver paisajes o animales en peligro de extinción. Otros se quedan en tierra por el “flygskam” (“la vergüenza de tomar el avión” en sueco).

Siempre les queda la opción de leer una novela o ver una película de “ficción climática” o “cli-fi”, o un documental sobre el “carbono azul”, la capacidad de los océanos para absorber CO2.

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