Era el 5 de junio de 1981 cuando el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) alertaba en su boletín semanal de cinco casos de una ‘relativamente’ rara neumonía (Pneumocystis carinii) en hombres sanos y homosexualmente activos, que habían sido tratados en Los Ángeles.
Durante los meses siguientes aparecieron diversos casos de Sarcoma de Kaposi (SK) e infecciones oportunistas en hombres sanos que practicaban sexo con otros hombres en California y Nueva York. Esta patología, sin aparente enfermedad inmunosupresora previa, y de evolución rápida y fatal, empezó a inquietar a la comunidad científica.
Paralelamente, los medios de comunicación hablaban ya por aquel entonces de un ‘cáncer gay’, aunque pronto esta rara afección se empezó a diagnosticar también en consumidores de drogas, inmigrantes haitianos y pacientes hemofílicos. Todo ello no era sino el origen de una pandemia que, cuarenta años después, ha acabado con la vida de 36 millones de personas: el SIDA.
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) se identificó por primera vez en 1983. En los primeros años todavía no se había desarrollado un tratamiento y las personas diagnosticadas de VIH tenían una esperanza de vida de dos años máximo.
1.5 millones de personas contrajeron el VIH en 2020″.
Hoy en día todavía no existe una cura para el VIH, pero los tratamientos han avanzado mucho y ofrecen una mejor calidad de vida y permiten que los portadores puedan vivir muchos más años.
En 1987 se aprobó la primera terapia antirretroviral, conocida como AZT o Zidovudina. A pesar de no curar el VIH, esta medicación lograba inhibir la enzima transcriptasa inversa, lo cual significa que impedía que el virus se multiplicara por el organismo.
Sin embargo, el AZT producía efectos secundarios graves y en algunos pacientes no funcionaba de modo que, aunque tomaran la medicación, fallecían al cabo de unos años.
36.7 millones de personas están viviendo con VIH en el mundo”.
Los últimos avances
Así fue cómo en 1996 se creó el Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA), que consistía en administrar tres o más medicamentos para frenar la reproducción del virus.
En la actualidad existe una gran variedad de medicamentos para tratar el VIH. Los médicos analizan el caso de cada paciente y deciden qué pastillas son las más apropiadas para cada uno.
Los nuevos fármacos han conseguido reducir los efectos secundarios y es posible tomar un solo comprimido que contiene el tratamiento completo. Por ahora, la medicación debe tomarse de por vida.
La Profilaxis Postesposición (PEP) evita que personas que han podido estar expuestas al VIH contraigan la enfermedad. Este medicamento es para casos de emergencia y debe tomarse las primeras 72 horas después del contacto.
También existe la Profilaxis Preexposición (PrEP). Esta pastilla debe tomarse diariamente y está recomendada para personas sanas que tienen alto riesgo de infectarse con VIH.
Por ejemplo, si su pareja estable es portadora del virus, si tienen varias parejas sexuales, o si mantienen relaciones sexuales sin protección. Sin embargo, los expertos recomiendan no tener relaciones sexuales sin preservativo a no ser que se conozca perfectamente el estado de salud de la otra persona porque, aunque se tome la PreEP, aún existen otras enfermedades de transmisión sexual.
El doctor Josep Maria Llibre, médico e investigador de la Fundación Lucha contra el Sida, asegura que los tratamientos actuales son “mucho menos tóxicos y más efectivos”. Además, se está investigando para que el tratamiento pueda ser administrado en implantes subcutáneos, sin necesidad de tomar pastillas.
Según ONUSIDA, el Programa de las Naciones Unidas sobre el SIDA, en 2020 había más de 36 millones de personas con VIH en el mundo, de las cuales 26 millones tenían acceso a la terapia antirretrovírica a finales de junio de 2020. Aunque queda mucho trabajo por hacer, gracias a estos medicamentos las personas con VIH pueden tener la misma esperanza de vida que otra persona de su misma edad.