El papel de las mujeres es fundamental en el colectivo Verdeando Sierra de Guadalupe, ya que ellas apoyan con diversas actividades en las brigadas forestales, en las faenas, en los talleres y en la investigación. Once Noticias dedica esta nota a las mujeres mexiquenses que han sido un pilar fundamental a lo largo de los 17 años de colectivo, pues han aportado sudor y trabajo a favor del Área Natural Protegida (ANP), un espacio que resiste a la expansión urbana.
Doña Mary veredea la Sierra desde hace 17 años
María Caballero (Doña Mary, como es conocida de cariño) es la esposa de José Rafael Alvarado (Don Rafa), y juntos crearon, hace 17 años, el colectivo Veredeando Sierra de Guadalupe. Viven en Calpulli del Valle, en el municipio de Coacalco. Son vecinos de la zona.
Doña Mary es una figura fundamental que ha sido inspiración para otras mujeres que se han unido a Veredeando Sierra de Guadalupe. “Es que ella es una guerrera y nada la detiene. Siempre la verás chambeando y eso, para mí, es de gran inspiración”, dijo Marifer a Once Noticias, mientras realizaban la faena para construir un muro de ramas y rocas.
Mientras picaba la tierra para sacar algunas rocas de los montículos de la Sierra, Doña Mary dijo que ella es originaria de San Francisco Yucucutl, Oaxaca: “llegué hace muchos años a la Ciudad de México, estaba muy jovencita. Recuerda que, de niña, en su pueblo, no estaba permitido hacer fuego. Si alguien le ganaba al fuego, cuando quemaban para la siembra, bajaba todo el pueblo para apagar al fuego, pero multaban a la persona”.
Doña Mary compartió que ella enfermó de polio cuando era pequeña, “por eso salí de mi pueblo, porque necesitaba tratamiento ortopédico. Así vine a la ciudad. Ya no pude volver al rancho. Al llegar a Ciudad de México me metí a trabajar en una fábrica de radios y ahí conocí a Rafa”. En ese lugar ambos se afiliaron a sindicatos y además estaban en una cooperativa. “Ahí me gustó porque se vive como en familia, todos nos ayudábamos. Ahí es donde comenzó nuestro interés por la organización”, señaló.
Posteriormente, al llegar Estado de México, “quisimos hacer una cooperativa, me tocó trabajar en la cooperativa de vivienda”, compartió mientras tomó un pequeño descanso para seguir conversando.
Al conversar sobre el trabajo que realizan para la Sierra dijo:
No es todo lo que quisiera hacer. Creo que no sólo nuestro lugarcito necesita atención sino todo el planeta. Esto es un granito. Nos estamos acabando todo lo que corresponde al futuro de nuestros nietos y nietas. Somos egoístas”, lamentó. Sin embargo, dijo que ese trabajo le gusta porque es relajante, pese a los peligros.
Cuando Doña Mary y Don Rafa comenzaron con actividades de reforestación dijo que sembraban muchos árboles y los incendios se lo acababan todo. Dijo que ellos han investigado sobre los árboles en la zona, lo que les ha permitido madurar su trabajo y realizar reforestaciones acordes a las necesidades del espacio:
Fíjese, el bosque de encinos llegaba hasta la Avenida López Portillo, pero hubo una fábrica de muebles en Tultitlán y los cortaron. Luego vino la Revolución, cortaron muchos encinos, porque es bueno para el carbón, y se lo acabaron. Se acabaron el bosque. ¿Cómo no se les había prendido el foco para devolverle un poco a este lugar? Trajeron eucaliptos, para desecar la laguna, y luego se volvió plaga. Ese árbol seca el suelo, lo erosiona. Otro que no crece es el cedro blanco. Tampoco dejar crecer nada a su alrededor. Todo eso lo he ido observando e investigando en estos años”.
Las mujeres que veredean la Sierra de Guadalupe
María Fernanda Peña Cuenca, integrante del Colectivo, antes de cargar algunas rocas, compartió con Once Noticias que tiene poco tiempo en el equipo, apenas cuatro años. Dijo que ella decidió formar parte porque “aquí uno recibe más de lo que da. Regresarle un poco a la naturaleza es una forma de agradecimiento”. Al conversar sobre el trabajo a realizar explicó que es parte de las faenas “son trabajos sin ningún interés más que el amor para preservar esta Área Natural Protegida”.
Y es que Marifer llegó como otros y otras porque solía acudir a caminar y hacer ejercicio en este espacio y se interesó por aportar algunas horas de trabajo a la Sierra de Guadalupe. Ella, también es vecina de la zona.
Tengo a mis hijas y un pequeño negocio que nació por la pandemia. Me quedé sin trabajo y tuve que arreglármelas, para sobrevivir. El padre mis hijas no nos da nada y yo soy la que sostiene la casa. así que en el negocio hacemos de todo: desayunos, temazcal, yoga. Aunque siempre me hago el tiempo para venir”.
Marifer compartió que en el colectivo son aproximadamente 30 personas, “la gente va y viene por temporadas, a veces somos más, a veces menos”, dijo. Además, señaló que ellas, las mujeres del colectivo respetan mucho a Doña Mary y a su esposo Don Rafa:
Son la prueba de que el amor desinteresado sí existe, porque llevan 20 años dedicando su vida a la Sierra. No hay quien les pague por hacer todo esto, es trabajo voluntario, autosustentable y autogestivo. Ellos dan amor y trabajo. Estar aquí, en el colectivo, te hace sensibilizarte”.
Antes de la pandemia, el colectivo realizaba carreras, sorteos y rifas para sostener sus gastos, pero por el contexto ya no ha sido posible. Marifer lamentó que hay poca participación de la gente que visita el Parque: “creo que hace falta más participación de la gente. Hemos contabilizado hasta 1 200 visitas a la Sierra en fin de semana. Vienen a correr o andar en bici. Si toda la gente que visita este lugar dedicara una hora de su tiempo, una vez al mes, a la Sierra, tendríamos más colaboración y avanzaríamos mucho más en los trabajos, para falta mucho para lograr la concientización”.
Marifer resaltó que el papel de la mujer es fundamental en el colectivo:
Como mujer te das cuenta que eres capaz de hacer cualquier cosa. Desde venir a caminar, correr y hacer ejercicio para mantener tu salud en óptimas condiciones, hasta el hecho de ver que puedes aportar con trabajo a la Sierra, eso también te hace fuerte. Además, vas haciendo estrategias para cargar, para resolver los problemas que se presentan, para apoyar en incendios. Hay capacitaciones para brigadas forestales y las mujeres también lo toman, además tenemos a mujeres en el equipo de investigación. Yo llegué hace 8 años a correr a este espacio, y fue con el tiempo que encontré un tremendo tesoro, a Veredeando”.
Janeth, de 39 años, es vecina de Villa de las Flores, ella sube a correr, pero es la primera vez que asiste a una faena. Confesó a Once Noticias que ella decidió apoyar porque ha visto cómo han disminuido los árboles. “Entre más convives con la naturaleza más la aprecias. Ya había visto al colectivo, pero por mi trabajo, apenas pude venir a ayudar, me invitó una de las chicas que pertenece al colectivo. Apenas vine y me gusta”.
Nelly Salas, bióloga de 47 años, vive en Tultitlán. Hace 10 años llegó al colectivo y desde entonces acude a realizar trabajos por la Sierra. Al respecto dijo:
Vengo por lo menos una vez al año y ahorita estoy más constante. Traigo a mis niñas a las caminatas. Quiero contagiarlas el amor a la naturaleza. Las caminatas me atraparon”.
Ella llegó para tomar un curso sobre víboras de cascabel que dio hace unos años el colectivo:
Hace algunos años trabajaba en una empresa de control de plagas urbanas, teníamos muchas víboras de cascabel. No teníamos adiestramiento de fauna silvestre y estaba buscando cursos para manejo de esta fauna. Entonces vi que Veredeando daba un curso sobre el manejo de víboras de cascabel. Ese fue mi primer acercamiento”.
Al conversar sobre el lugar y su importancia, Nelly compartió que “la gente piensa que se ve un cerro seco y que no tiene nada, pero este lugar tiene muchos beneficios. Una de las cosas que hace Veredeando es darle importancia a la educación ambiental, para que la gente conozca y disminuya su impacto en este lugar. La gente que no es originaria de este lugar no conoce su importancia. Ese es un desafío, que la gente conozca, para que pueda cuidarla”.
Recordó que el 12 de abril de este 2021 se registró un incendio que no olvidará:
Desde mi casa se ve la Sierra. Me acuerdo que se veía el humo, así que vine a ayudar. Cuando llegué y vi el fuego me puse a llorar. Fue impactante. Mi esposo y yo trajimos agua. Mis hijas nos acompañaron, pero luego las fuimos a dejar, porque estaba muy fuerte el incendio. Regresamos para seguir apoyando. Al llegar vimos cómo que se extendía el fuego, por el viento. Fue impactante y me puse a llorar. Creo que falta diseñar estrategias con la población aledaña para combatir y enfrentar estos eventos, como los incendios. Es poco el personal que labora en el Parque, por eso el colectivo colabora y las mujeres participamos activamente, es importante que más personas se sumen a estas actividades, necesitamos muchas manos y compromiso“, concluyó.