Porque amar es un viaje con agua y con estrellas, con aire ahogado y bruscas tempestades de harina; es un combate de relámpagos y dos cuerpos por una sola miel derrotados, los Cien sonetos de amor del chileno Pablo Neruda son la mejor forma para enamorarse, enamorar y amar como el que, sólo almas excepcionales, lo han hecho.
Esta compilación de poemas, publicados originalmente en Argentina en 1959, representan una caricia en aquel ser que se precie de sentirse atraído por otra persona. A quien está enamorado de la vida, o simplemente a quien sepa que amar es cuestión de tiempo.
Hojear cada uno de aquellos 100 escritos que representan las cuatro etapas del día: mañana, tarde, tarde-noche y noche, se vuelven un verdadero paseo por los sentimientos más recónditos de quien los lea. Aunque habrá que tener el corazón dispuesto a dejarse trastocar, indudablemente Neruda evocará al pasado, presente o a los sueños de quien aún piense que el amor “entre dos” es la vía para que el alma vea la luz de la vida: “hacia los almacenes lluviosos de mi infancia, / hacia los bosques fríos del Sur indefinible, / hacia donde mi vida se llenó con tu aroma”.
Con la presencia de elementos de la literatura del siglo XX, Neruda no hizo excepción a llamar a símbolos como el cisne, para seguir enamorándonos: Por eso, amor, amárrame al movimiento puro, / a la tenacidad que en tu pelo golpea / con las alas de un cisne sumergido, / para que las preguntas estrelladas del cielo / responda nuestro sueño con una sola llave, / con una sola puerta cerrada por la sobra.
Así, como el entendimiento y la vida misma nos deja claro, amar es un acto que va y viene. Se trata de una acción en constante transformación de la que el escritor no hace caso omiso: Te quiero sólo porque a ti te quiero, / te odio sin fin, y odiándote te ruego, / y a la medida de mi amor viajero / es ni verte y amarte como un ciego.
Finalizado el viaje de los amantes, el firmamento que Neruda nos sugiere es tan romántico como tajante: Cuando muera yo quiero tus manos en mis ojos: / quiero la luz y el trigo de tus manos amadas / pasar una vez más sobre mí su frescura: / sentir la suavidad que cambió mi destino. A su vez, también nos preparó para la partida del otro: Me moriré besando tu boca fría, / abrazando el racimo perdido de tu cuerpo, / y buscando la luz de tus ojos cerrados.
En 1971, Pablo Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura. Los Cien sonetos de amor fueron dedicados a su esposa Matilde Urrutia, a quien indudablemente amó de manera ejemplar y a su vez dejándonos la anécdota del final que tendría que tener cualquier amor que se precie de serlo: y allí donde respiran los claveles / fundaremos un traje que resista / la eternidad de un beso victorioso.
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