Cultura

Las danzas de la comunidad Sufí en México 

La comunidad Sufí Nur Ashki Jerrahi llegó a la capital mexicana en el año de 1987. La sheij Amina Teslima Jerrahi es la encargada de la orden mexicana; la actual directora de toda la orden también es mujer, Fáriha Jerrahi, estudiante del sheij Muzaffer Ozak y Nur Anwar Jerrahi (Lex Hixon) fundador de la de esta comunidad en México y Estados Unidos.

 

Justo al llegar se dejan los zapatos en la entrada, los colores y las luces son bajos y los murmullos de la lengua arábiga rebotan en las paredes. 

 

Un espacio grande acoge a quienes llegan y toman asiento en los cojines que están en el piso en forma de media luna. Una mujer se sienta en medio y comienza la lectura del Corán en español, luego todos se levantan y colocan sus bancos de frente a quien dará la lectura, esta vez en árabe. 

 

La sheij Amina llega al final de esta meditación, y los fieles hacen dos círculos a su alrededor; se abrazan por los hombros, y comienzan a mecerse de un lado a otro mientras corean algunas oraciones. Los cantos suben de volumen y los movimientos comienzan a ser más estrepitosos, danzan a un solo ritmo, mismo que lo marcan las cuerdas y las percusiones, las cuales también están al centro de los dos círculos de personas.

 

Unos giran con sentido a las manecillas de reloj los otros a la inversa, y el calor del lugar sube junto con la intensidad de los bailes y la música.

 

La danza sufí se basa girar sobre el propio eje y rotar alrededor de la banda de música. Con los movimientos los bailarines se imita el movimiento planetario y de constelaciones, mientras se sumergen en estados de conciencia y de éxtasis, para que su alma se desprenda de los planos terrenales hasta acceder al reino sagrado.

 

La falda o “tanura” es una de las prendas importantes porque representa, los vicios y poderes malignos que el ser humano debe deshacer. Por eso, los “derviches” (bailarines) se van quitando una a una las distintas “tanuras” coloridas.

 

La poca luz naranja que pega en los brillantes vestidos las mujeres y los hombres es suficiente para hipnotizarse con estrofas árabes que retumban por todo el lugar. Poco a poco baja la energía de los bailarines y los cantantes levantan oraciones en español para pedir bendiciones a los presentes. Al final de la danza los círculos de gente se disuelven y todos toman un lugar en las mesas que los esperan con platillos calientes. 

 

Cuando esta comunidad llegó a México acudieron a la Basílica de Guadalupe a dejar unas reliquias del profeta Mohammed para pedirle permiso a la Virgen de Guadalupe la fundación de la Orden Sufí en este país.

 

Muchos de los derviches que iniciaron esta comunidad son mexicanos, aunque hay personas de otros países como la propia sheij Amina, quién llegó de Puerto Rico, o los argentinos y chilenos que también participaron ese día. 

 

A pesar de la lejanía de las costumbres y el poco conocimiento de esta cultura en México, las autoridades y la comunidad en general siempre los han respetado.

 

Todos los jueves se participa en la Dhikrullah, la ceremonia sufí del recuerdo de Dios, un momento en el que cualquier persona que se quiera acercar lo puede hacer para probar los conocimientos de esta rama del islam, que incluye la participación de las mujeres.

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