Internacional

¿El neoliberalismo a ultranza es la solución en Argentina?

La experiencia neoliberal en los países de América Latina sólo han dejado más desigualdad y pobreza.

¿Las propuestas para levantar la economía de Argentina con las que Javier Milei sedujo a los ciudadanos realmente son propuestas nuevas y tienen viabilidad para dar los resultados que ha prometido a quien llaman “El loco”?

Una revisión de propuestas similares aplicadas en otras naciones, incluido México, permiten decir que no: las fórmulas del neoliberalismo salvaje que piensa aplicar Milei en Argentina han sido un rotundo fracaso  en otros países.

De nada han servido para beneficiar a las mayorías. Son fórmulas con las que el neoliberalismo solo ha fortalecido y favorecido a los grandes capitalistas.

Y si no, veamos.

¿El neoliberalismo ha funcionado en América Latina?

La experiencia en los países de América Latina de los modelos de privatización a ultranza, de neoliberalismo sin contrapesos, sólo han dejado más desigualdad y pobreza.

Una historia de crisis recurrentes acompañadas de devaluaciones, estampida y saqueo de divisas extranjeras, inflación, deterioro salarial y, al final, subsistencia de los estados e instituciones, a costa de la población.

Los casos van de México al extremo más sureño del subcontinente, Chile y Argentina, que podría repetir la historia padecida con Mauricio Macri, pasando por otras naciones.

Conocido en la región como el rey de la privatización, a Carlos Salinas de Gortari le bastaron menos de seis años para vender y extinguir más del 80% del patrimonio público.

“Nosotros privatizamos los bancos, la compañía telefónica, las líneas aéreas, la siderurgia, las minas, estamos ahora procediendo a privatizar los puertos, los aeropuertos”, expresó en su tiempo Salinas de Gortari.

Del resto se hizo cargo Ernesto Zedillo, quien entre otros activos puso en tres distintas manos privadas la última joya de la corona en 1999, antes de concluir su gestión como presidente: los ferrocarriles nacionales de México.

En realidad, y más allá de los episodios surrealistas de las dictaduras al centro y sur del continente, la historia de los modelos económicos importados, básicamente de Estados Unidos, comenzó mucho antes.

Augusto Pinochet fue el primero en llevar a un país latinoamericano, en este caso Chile, a los “Chicago boys”, esos jóvenes educados en escuelas de economía de universidades insignia estadounidenses.

A ellos se atribuyó en su momento el llamado milagro económico chileno que, a partir de la cesión a particulares de actividades propias del estado, llevó a un crecimiento de la economía tan sostenido como engañoso.

El modelo benefició sólo a las élites, que hicieron fortunas irreales con negocios como las administradoras de fondos de pensiones, pero las clases menos favorecidas nunca mejoraron su condición.

Esa desigualdad creciente y persistente finalmente estalló en 2019, cuando el entonces presidente Sebastián Piñera intentó aumentar el precio del transporte, lo que desencadenó una crisis social sin precedentes, incluidos civiles muertos por la represión.

Una historia similar ocurrió en países vecinos, con sus propias particularidades. Como en Brasil, con Jair Bolsonaro, Pedro Pablo Kuczynski, Alan García y Alberto Fujimori en Perú.

En Ecuador, el ex banquero Guillermo Lasso siguió el modelo que, comprobado está, no redistribuye la riqueza y sólo amplía la brecha entre ricos y pobres.

La sostenida crisis que llevó a elegir a Milei

En Argentina el derechista Mauricio Macri rompió tres lustros de hegemonía izquierdista del peronismo, sólo para privatizar y sobre endeudar al país y sentar las bases de la profunda crisis que hoy enfrenta esa nación.

Justo la impaciencia de los ciudadanos, ante una inflación de casi 150%, un Banco Central sin dólares y con presiones de pago inmediato al Fondo Monetario Internacional (FMI), es lo que llevará al libertario Javier Milei a despachar desde la Casa Rosada, el próximo 10 de diciembre.

Su propuesta, que convertirá en plan de Gobierno, es la más extrema de cualquier mandatario en cualquier otro país del mundo: reducir al gobierno a su mínima expresión, de 19 a sólo 8 los Ministerios. Desaparecerá el Banco Central y asumirá el dólar como moneda. En resumen, llevará las políticas de ajuste mucho más allá de lo que demanda el FMI.

¿El vaticinio? Otra vez sufrirá el pueblo.

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