Detrás de barreras de camiones y alambre de púas que bloquean el acceso a Nueva Delhi, decenas de miles de agricultores levantaron campamentos improvisados en pleno frío invernal, para protestar por reformas agrícolas que, consideran, amenazan su medio de vida.
Colchones de paja, mantas sobre tractores, camiones y remolques en la carretera repletos de comida para seis meses, revelan su determinación de mantener el bloqueo hasta que el gobierno del primer ministro, Narendra Modi, dé marcha atrás en las reformas de los mercados agrícolas.
Se escuchan eslóganes por altoparlantes, algunos granjeros blanden picas y espadas encaramados en sus vehículos.
Estas leyes refrendan la condena a muerte de los agricultores”, declara a la AFP Sandeep Singh, de Ludhiana, en el estado de Punjab, importante región agrícola.
Este (bloqueo) es el Muro de Berlín, pero aunque tengamos que protestar durante uno o dos años, aunque debamos afrontar las balas, no nos iremos de aquí hasta que deroguen las leyes”, añade el agricultor.
La cólera, suya y de todos, se debe a las reformas adoptadas a fines de septiembre, que liberalizan los mercados agrícolas y los dejan, según ellos, a merced de las grandes empresas, pues los agricultores podrán ahora vender sus productos a compradores al precio que éstos oferten y ya no solo en los mercados regulados por el Estado (“mandis”) con precios fijos.
No confiamos para nada en el gobierno. Todas las leyes anteriores han resultado un desastre (…) Quieren privar a los campesinos de su poder y ofrecer nuestras tierras y vidas a las grandes empresas”, subraya Singh.
El bloqueo empezó cuando los agricultores de Punjab marcharon hacia Nueva Delhi el 26 de noviembre. Ya en el segundo día, las manifestaciones propiciaron violentos enfrentamientos con la policía en los suburbios de la ciudad.
– “Marchar o morir” –
La condición campesina es una cuestión política muy importante en India, donde dos tercios de sus habitantes viven en zonas rurales. Los suicidios de campesinos han sido de varios miles en los últimos años, a causa de deudas contraídas y la sequía.
Singh, de 65 años, es una destacada figura entre los manifestantes, seguido por decenas de miles de agricultores, en su mayoría sijs, originarios de Punjab. Junto a una docena de personas, se ocupa de conducir los tractores con suministros hasta las puertas de Nueva Delhi.
También supervisa una de las decenas de establecimientos donde se preparan en ollas enormes la comida para la comunidad. Los paisanos, con sus cabezas envueltas en turbantes de colores brillantes, se sientan en la carretera mientras que voluntarios distribuyen las raciones.
También han organizado la distribución de medicamentos y mascarillas contra el covid-19, a lo largo de dos kilómetros desde Nueva Delhi hacia el norte.
Cae la noche y Singh se retira a su tractor desde donde envía noticias a su familia a través de whatsapp, e informa sobre la evolución de su campaña, que es apoyada por toda su aldea.
Mi hijo me alentó a que participase en las manifestaciones. Nos enfrentamos a una alternativa: ‘marchar o morir’. Estoy aquí por las generaciones venideras”, confía Singh, aún endeudado por la compra de dos hectáreas de tierras agrícolas.