Las mujeres trans conforman un grupo que se distingue por ser históricamente excluido y discriminado. Miles de mujeres trans alrededor del mundo luchan cada día por encontrar espacios de desarrollo personal, laboral o social, que no impliquen sufrir actos de violencia o discriminación.
Romina Chávez Jiménez decidió iniciar su transición hace poco más de cuatro años, apresuró sus pasos a raíz de la pandemia, al darse cuenta de lo impredecible que resulta vivir haciendo frente a un virus como el COVID-19.
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Socialmente su transición está saldada, las personas la ubican por el nombre que eligió aún en el ámbito laboral. Romina se presenta de manera femenina en cualquier espacio.
En lo legal, justo por lo del COVID, se ha retrasado mucho todo este proceso porque a mí me registraron en el estado de Puebla y requiero una copia fiel del acta del libro de nacimiento y esa sólo la pueden emitir en el registro civil donde te registraron”, comentó Romina.
Oriunda de Coacalco, Estado de México, Romina vive actualmente en la capital del país, por lo que eligió la Clínica Especializada Condesa para llevar a cabo su transición a nivel físico. La principal característica por la que Romina eligió este centro médico, fue la gratuidad de los seguimientos médicos.
Pagar un endocrinólogo que sepa o que tenga experiencia en terapia de reemplazo hormonal, es muy caro, por fuera una consulta te puede salir en mil pesos y la verdad no es algo que esté a mi alcance porque a parte hay que cubrir los medicamentos”, explicó Romina.
La paridad de género en todos los ámbitos, es una aspiración constante en la agenda de muchos Gobiernos alrededor del mundo, pero cuando se trata de mujeres trans las que deben ser colocadas en puestos de poder, espacios de desarrollo o que otorguen visibilidad, se convierte en un tema aún más complicado.
Romina es beneficiaria del programa “Promotores Culturales Comunitarios” de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, donde es parte de un equipo que se encarga de hacer promoción e invitación a la lectura.
Lo que yo hago en específico es promover contenidos temáticos de lecturas y sugerencias del uso de esos contenidos”, mencionó Romina.
Retando los más comunes actos de discriminación laboral, Romina se siente cómoda en su espacio de trabajo, pues el equipo en el que labora fue pensado originalmente para conformarse sólo por mujeres.
Nunca me han hecho sentir de una manera diferente, extraña. Me gusta mi ambiente laboral y me siento muy afortunada de tenerlo, porque yo empecé a trabajar en ese espacio desde antes de transicionar y en el momento en que expresé mi transición, todo el mundo respetó mi nombre y ese reconocimiento está muy chido”, dijo Romina, entre risas de felicidad.
Sin embargo, la trayectoria laboral de Romina no siempre le dejó un buen sabor de boca y recuerda haber sentido la necesidad de ocultarse aún cuando no había iniciado su transición y vivía como persona gay.
Sí llegue a ir a entrevistas de trabajo y sentir que mi orientación sexual y apariencia física, eran razones por las que me dejaban fuera de ciertas oportunidades para dar clase, por ejemplo”, mencionó Romina.
Una de las cuestiones que los empleadores deberían comenzar a aceptar para abrirse a la contratación de personas trans, es desde el punto de vista de Romina, “aceptar que se tiene un prejuicio”.
Mientras no se vea que hay un sesgo, es difícil darte cuenta de que no estás tomando en cuenta esos perfiles al momento de contratar”, dijo la promotora cultural.
Uno de los miedos incesantes que Romina comparte con el resto de su generación, trans o no, es el perder su empleo.
Sé que es mucho más difícil conseguir un trabajo siendo una persona trans, específicamente si se te nota”, enfatizó Romina.
Historiadora de formación, le emociona pensar en la docencia como una carrera profesional, sin embargo, considera que las posibilidades se reducen a algunas instituciones públicas y a nivel universitario, ya que duda que en otro nivel le sea dada esa oportunidad.
Para Romina, las principales aspiraciones en el ámbito de la docencia están ligadas a la etapa del bachillerato, pues considera que al ser un espacio formativo, la presencia de personas trans adultas laborando en ese nivel, sería positivo no sólo para las personas en esta etapa académica, sino para la sociedad en general.
Yo creo que una de las formas más efectivas de aprender a vivir sin prejuicios, es conviviendo con las personas trans”, puntualizó Romina.
Las contrariedades y obstáculos que enfrentan las mujeres trans en el espacio laboral, son como muchos otros, temas de los que Romina ha hablado con su familia, su red de apoyo principal, misma que es poco común en la población trans.
A lo mejor en nuestra generación es más común contar con apoyo familiar pero antes no era así, en muchos contextos todavía no es así. Yo tengo la suerte de que sí cuento con mi familia, de hecho mi mamá escogió mi nombre”, comentó Romina.
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Además de su núcleo familiar, la promotora cultural cuenta con amistades que apoyan su proceso de transición y vive con su pareja, una persona no binaria que también la acompaña, lo cual le ha permitido pensar en escenarios futuros con mayor esperanza.
En cinco años me gustaría ya tener una maestría y me gustaría continuar con el trabajo que hago porque disfruto mucho la promoción de la lectura, pero me gustaría retomar la docencia también. Y en el campo personal, me gustaría ya llevar avanzada mi terapia de reemplazo hormonal, también mis papeles en orden y continuar en ese sentido; aspiro a una vida tranquila”, explicó.
Romina siempre se sintió como una mujer en conflicto, sin embargo, hoy sus procesos avanzan y cada día demuestra aún sin pretenderlo, la fortaleza y talento que tiene abonados por la decisión de transicionar.
Antes, a pesar de que parecía que estaba bien, siempre sentía que vivía siguiendo factores externos. Y desde que decidí transicionar, por fin siento que vale la pena estar viva por mí misma, es algo muy chido”, mencionó Romina, mujer trans.
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