El estruendo de los icebergs que se desploman en las aguas turquesas del este de Groenlandia es la alarma que suena para uno de los ecosistemas más importantes del planeta al borde del abismo.
El hielo se derrite de manera alarmante y en el pueblo de Ittoqqortoormiit, una de las últimas comunidades de cazadores inuit, coloquialmente conocidos como esquimales, ve amenazados sus ancestrales medios de supervivencia.
El casquete polar de Groenlandia contiene poco más de 8% del agua dulce del planeta, lo que haría subir el nivel del mar siete metros en caso de derretimiento.
Por ello, el cambio climático podría privar a este caserío aislado de su única fuente de suministro de agua potable.
Inviernos fríos, un hielo sólido y una nieve abundante constituyen el medio ambiente natural en el que están acostumbrados a vivir los esquimales establecidos en el estrecho de Scoresby.
Estas dos últimas décadas, el inmenso casquete glaciar de Groenlandia perdió 4.7 billones de toneladas, contribuyendo por sí solo a un aumento del nivel de los océanos de 1.2 centímetros, estiman científicos daneses especialistas del Ártico.
“Ustedes escuchan hablar del cambio climático, pero aquí lo ven”, afirmó el jefe de la expedición rancesa Greenlandia, Vincent Hilaire.
En Ittoqqortoormiit, a unos 500 kilómetros de la colonia humana más cercana, sólo hay una fuente de agua potable: un río que nace de un lago, él mismo alimentado por un glaciar que se derrite.
“En algunos años quizás no haya más nada”, dice Erling Rasmussen, responsable de la gestión del agua para el pueblo en la compañía pública Nukissiorfiit.
El último julio fue el más cálido del que se tenga registro en la estación de investigación groenlandesa Summit Camp, en lo alto del casquete.
“Los glaciares se achican cada vez más. Creo que en el futuro para beber el pueblo deberá buscar agua en el océano”, dijo Rasmussen.
Transformar el hielo en agua potable es costoso, consume mucha energía y es muy aleatorio. Otras pequeñas comunidades aisladas de Groenlandia, como Oqaatsut en la costa oeste, ya optaron por la desalinización.
Osos hambrientos
Alrededor del estrecho de Scoresby, el fiordo más grande del planeta, libre de hielo un mes por año, los habitantes dependen durante los interminables inviernos polares de la carne que aportan los cazadores.
Los barcos cargueros solo llegan a Ittoqqortoormiit, en la desembocadura del fiordo, una o dos veces por año. Sus aguerridos marineros tienen que zigzaguear entre inmensos icebergs que sólo dejan estrechos pasajes.
“Necesitamos nuestras propias proteínas animales. No podemos contentarnos con comprar carne danesa congelada”, explica Juulut Danielsen, enseñante y exalcalde del pueblo.
Pero a medida que el termómetro sube, la tradicional caza de focas, que consiste en atrapar a estos animales cuando salen a respirar a través de agujeros en el hielo, se vuelve más peligrosa.
El cazador Peter Arqe-Hammeken estuvo a punto de perder a su mujer y sus dos hijos cuando el hielo se deshizo bajo su moto de nieve durante una cacería en enero, a pesar de una temperatura de -20 °C.
Su esposa terminó con un músculo desgarrado tras extirpar al mayor de 12 años del agua helada, cuenta este inuit de 37 años.
Con menos nieve resulta también más difícil utilizar el trineo con perros para cazar al buey almizclero.
Los seres humanos no son los únicos afectados. El debilitamiento de la banquisa empuja a los osos polares hambrientos a entrar en los caseríos en busca de comida.
Reacciones en cadena
Anidado entre las montañas rojizas del fiordo de Rode –el “fiordo rojo”, un fiordo dentro del fiordo–, los glaciares, cuyas paredes azuladas se levantan desde el mar, son indispensables para el ecosistema.
Las condiciones extremas locales han hecho de este lugar uno de los menos estudiados del planeta.
Tras cinco años de minuciosa planificación, la iniciativa científica francesa Greenlandia se apura para documentar todo lo que se puede en este puesto avanzado del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde.
La pesadilla de la científica canadiense Caroline Bouchard, del Greenland Climate Research Centre en Nuuk, la capital de Groenlandia, es que el retroceso de los glaciares condene al estrecho de Scoresby a convertirse en un “ecosistema menos rico”.
En efecto, los glaciares que caen en el mar provocan una subida de las aguas, por lo que el líquido de deshielo frío levanta al del fondo del fiordo, rico en nutrientes.
A medida que los glaciares se derriten y retroceden hacia el interior de la tierra, esta mecánica se bloquea.
La escasez de nutrientes pone en marcha una reacción en cadena: menos plancton, por lo tanto, menos bacalao polar, y por lo tanto menos focas y osos, fuentes de proteínas esenciales para los habitantes de Ittoqqortoormiit.
Consecuencias catastróficas
A bordo del “Kamak”, Caroline Bouchard verifica el contenido de sus redes mientras la luz resplandeciente del sol ártico ilumina una miríada de formas de vida marina en su placa de Petri que sirve para cultivar y examinar microorganismos.
En su muestra, en medio de los copépodos, el plancton y pequeños crustáceos kril, el número de larvas de bacalao pasó de 53 el año pasado a apenas ocho este verano.
Si bien la científica explica que se requiere un análisis más profundo de los resultados para determinar las causas de esta disminución, las cifras son a su entender sorprendentemente bajas.
El bacalao polar se encuentra en el “centro del ecosistema” del Ártico, subraya Bouchard.
“Si de repente cae el stock de bacalao polar, ¿Qué pasara con la foca ocelada y el oso polar?”, se pregunta.
Las consecuencias, siempre, terminan siendo catastróficas para los habitantes de la zona.