Los habitantes de Sídney, la ciudad más poblada de Australia, desafiaron el cielo gris y la lluvia para salir a la calle tras casi cuatro meses de cierre por un brote de la variante Delta de COVID-19.
Los más de cinco millones de habitantes de Sídney pasaron 106 días de cierre para contener los contagios del coronavirus.
El levantamiento de restricciones fue posible por el declive en los contagios y el aumento de la vacunación, que alcanza a más de 70% de la población de más de 16 años.
Cafés y restaurantes abrieron las puertas para los vacunados, mientras personas desgreñadas hacían fila frente a las peluquerías para cortarse el cabello.
Hay un gran ambiente esta mañana”, comentó Hannah Simmons, propietaria del Gordon’s Café en el distrito playero de Clovelly.
Para muchos, el fin del cierre fue una oportunidad para ir a las tiendas.
A medianoche, cientos de personas acudieron a la tienda de descuentos Kmart y las imágenes en redes sociales mostraron largas filas en el interior.
Desde junio, tiendas, escuelas, salones y oficinas estuvieron cerrados para trabajadores no esenciales, con restricciones sin precedentes a las libertades individuales.
Se aplicaron restricciones a todo, desde desplazamientos a más de 5 kilómetros de la casa, visitar familiares, practicar deportes, acudir a supermercados y asistir a funerales.
Pocos países han tomado medidas tan severas o extremas ante el covid como Australia”, señaló Tim Soutphommasane, académico y excomisario de discriminación racial del país.
Habrá límites sobre las aglomeraciones, mientras que las fronteras internacionales y escuelas seguirán sin abrir totalmente durante algunas semanas.
Australia había logrado contener los contagios del coronavirus mediante el cierre fronterizo, confinamientos y una política agresiva de pruebas.
Pero la variante Delta echó abajo el sueño de “COVID cero”, sobre todo en las ciudades grandes de Sídney y Melbourne.