En la década de los 60 México registraba protestas sociales cada vez más insistentes, como el Movimiento de los Médicos en 1964, sin embrago, no fue sino hasta 1968 que el Movimiento Estudiantil se convirtió en lo que historiadores describen como “un parteaguas” en la vida democrática del país.
No somos guerreros, somos estudiantes, eso somos, que todo México sepa que somos sus hijos, somos la juventud”, señaló un estudiante del Movimiento de 1968.
México se preparaba para celebrar los Juegos Olímpicos, un conflicto entre estudiantes del CECyT 2 y 5 del IPN contra la Preparatoria Isaac Ochoterena, derivó en abuso policial, por lo que generó una movilización masiva y paros en instituciones educativas.
Para el 30 de julio el ejército desalojó el Antiguo Colegio de San Ildefonso, lo que generó la condena del entonces rector Javier Barros Sierra.
Para el 2 de agosto se constituyó el Consejo Nacional de Huelga que elabora su pliego petitorio y la protesta estudiantil adquiere más fuerza; el 27 de agosto se realizó una gran movilización que llegó al Zócalo capitalino, a la que se unió la sociedad civil y en la que se lanzaron consignas contra el presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Pese a que el Gobierno aseguró que mantenía el diálogo con el Movimiento y el ejército se retiró de las instalaciones de la UNAM y el IPN, para el 2 de octubre los estudiantes convocaron a una movilización en la Plaza de las Tres Culturas.
Ese día, se cometió la masacre. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos considera que se trató de una matanza en la que más de 300 personas fueron asesinadas.
Ese crimen fue la culminación de delitos que podrían ser considerados contra la humanidad, perpetrados desde el Gobierno de México en contra de los estudiantes.
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