Reportajes especiales

Caso de Ana Lilia. Tortura, fabricación de delito y desaparición de su hija

“La desesperación de estar aquí adentro y no saber de mi hija me está haciendo mucho daño”

Ana Lilia Medina Ramos tiene 59 años, es madre de seis hijos y está presa desde el 7 de octubre de 1999. Una de sus hijas, la mayor, Alejandra Saldívar Medina cumple 30 años este 2022; sin embargo, fue vista por última vez en enero de 2013. Once Noticias conversó vía telefónica con Ana Lilia sobre el delito de secuestro que le imputan y sobre la desaparición y búsqueda de su hija. Era 4 de octubre de 1999. Ana Lilia tenía cuatro días atrasada con el pago de la renta de su departamento y aún ese día le faltaban 400 pesos. Subió a la casa de su hermana Jovita para pedirle prestado, en unos días le pagaría. Ana se dedicaba al trabajo doméstico. Su hermana le dijo que esperara a que su esposo regresara de la tienda para darle el efectivo, así que se quedaron platicando. Minutos después, cuando su sobrino -hijo de Jovita- estaba por salir, unos hombres llegaron a su puerta. Eran cinco sujetos que no se identificaron. Pasaron a casa de Jovita; ellos pidieron hacerle unas preguntas de rutina. Ana Lilia pensó que eran amigos de su hermana o del esposo y se levantó para salir, pero también le solicitaron quedarse.
“Solo nos preguntaron nuestros datos personales, los nombres de mis niños, las edades, dirección. Nos subieron a una camioneta Suburban blanca sin placas. Me llevaron a una gasolinera y en ese lugar me taparon los ojos y subieron a unas personas, no sabía cuántas, pero por el movimiento del carro y las voces me di cuenta que eran más de dos. A ellos les preguntaban si me conocían, me subían la cara, me la volteaban y unos dijeron que no”, recordó.
Ana Lilia relató que la llevaron a una casa de seguridad. Ahí estaba amarrada. Ella desconocía porqué estaba en ese lugar, pero cada que preguntaba la golpeaban.
“Si lloraba o hacia algún ruido me ponían la pistola en la cabeza, me cortaban cartucho. Me rompieron la ropa y decían que me iban a violar entre todos. Me agredieron sexualmente, me tocaban desnuda y me llenaron de sus fluidos y me decían que tenía que conseguir diez millones de pesos para salir de ahí”, narró en entrevista Ana Lilia.
Ana decía que no tenía ese dinero, que nunca podría conseguirlo, los agresores fueron bajando la cantidad a cinco millones, tres, un millón y la última cantidad eran 300 mil pesos. Reflexionó que ese mismo día estaba preocupada por conseguir sólo 400 pesos prestados para pagar su renta, y en ese momento todo era irreal, el dolor, la cantidad de dinero, la violencia. Amenazaron con asesinar a sus hijos y a toda su familia. Después de un tiempo llegaron con su sobrino mayor (el que iba a salir con la novia), estaba tirado en el piso y le decían que lo iban a matar, le pegaban en la cara, lo pateaban, y encañonado le gritaban moriría si no conseguía el dinero.
“Después uno de ellos me dijo que yo lo podía salvar (a su sobrino), que había una manera en la que podían dejar en paz a mi familia y entonces me dijeron que firmara unas hojas que me trajeron, no sabía qué decían los papeles, no podía leerlos porque me golpeaban si me tardaba en firmar. Era un infierno, yo nunca pensé que podría vivir algo así. Ahí fue cuando me dijeron que eran policías judiciales y que ellos se encargarían de que todo estuviera bien, que no me preocupara, que ya había terminado todo”.
Dos días después de la tortura, los presentaron en la agencia 50 del Ministerio Público, frente a los medios de comunicación, como delincuentes. Hasta que llegó a las instalaciones ministeriales volvió a saber de su hermana Jovita. La tarjeta policial que se le mandó a los medios de comunicación decía que Jovita y Ana Lilia Medina Ramos cobraron dos millones y medio por el rescate de un secuestro en julio de ese 1999, y que se les vinculaba con, por lo menos, siete secuestros más “ambas mujeres detenidas operaban desde hace años, según su confesión”, dice la tarjeta informativa sobre la averiguación previa 50/1019/99-07. Los años pasaron, las hermanas fueron sentenciadas a más de sesenta años. A lo largo de 23 años en prisión han usado diferentes procesos penales para buscar su libertad, pero han sido estafadas por abogados privados e ignoradas por los representantes de oficio. En casos documentados por Once Noticias, de mujeres presas por delitos fabricados, no se ha tomado en cuenta el testimonio de la tortura. En su proceso, a Ana siempre le negaron hacerle el protocolo de Estambul. Su vida y la de su familia se volcó al sistema penitenciario, los seis hijos ahora se acostumbraron a ver a su madre en las visitas carcelarias. La demás familia ha tratado de ayudar con el sustento de los niños, pero seis pequeños son una responsabilidad enorme.
“Estoy eternamente agradecida con mis hijos, porque ellos saben que soy su madre y que nunca haría nada malo ni para ellos, ni contra otra persona. No estudiaron, pero son muy buenos muchachos, nunca me acusaron por estar aquí, más bien yo en algún momento me sentía culpable porque no les pude dar escuela y tuvieron muchas carencias conmigo desde la cárcel. Algunos familiares nos ayudaban, pero pues eran seis. Su padre se fue hace mucho tiempo y ellos solos han salido adelante”, externó. 

Buscar en cárcel

Cuando Ana fue privada de su libertad, el mayor de sus tres hijos varones tenía 17, hoy ya tiene 40. La mayor de sus tres hijas tenía siete años y este 2022 cumple 30; sin embargo, la joven está desaparecida desde la primera semana del año 2013. Alejandra Saldívar Medina fue a la primera visita de ese año al centro penitenciario de Tepepan. Vio a su madre, pero no mencionó que tuviera algún problema. Después de esa visita Ana Lilia ya no supo nada más de su hija. Intentó buscar, pidió que la encontraran, que la dejaran ver qué pasaba, pero dentro de la prisión sólo encontró negativas. Ella no pudo poner una denuncia de desaparición desde la cárcel, y hasta el día de hoy no sabe si hay alguna investigación.
“Yo quería hacer algo por lo de mi hija, me dolía la impotencia y el dolor. Hemos tratado de que se haga algo, pero desde aquí nadie me dice nada, me dicen que como estoy en prisión por un delito de alto impacto no tengo derecho. Pero la desesperación de estar aquí adentro y no saber de mi hija me está haciendo mucho daño”, explicó.
Afirmó que al interior del penal no ha tenido problemas con sus compañeras. Todos los días les marca, aunque sea un minuto, a sus hijos: “tengo el dolor de Ale y no quiero que le pase a uno más de mis hijos”. A 23 años de sufrir tortura y la privación de su libertad, los doctores le afirman que será difícil encontrar secuelas de lo que pasó en aquel día, pero ella sigue en pie buscando caminos que puedan sacarla de prisión. La salud de las dos mujeres ha ido deteriorándose. Su hermana Jovita ya tiene una prótesis en la cadera y rodilla, las dos tienen artritis.
“Hoy me atrevo a hablar a la sociedad y a las autoridades, a mostrarles mi caso. Es una esperanza que alguien pueda escuchar mi voz y se den cuenta que nosotras solo somos víctimas de la justicia en México”.
Ana Lilia no ha superado lo que vivió hace 23 años, el miedo la invade por las noches. Una necesidad, la de buscar a su hija, es lo que la mantiene con confianza de que un día se hará justicia y saldrá de prisión. “Sueño con el momento que me digan que revisaran mi caso, no pido que me absuelvan, sólo que lo revisen para que se den cuenta que estamos en este lugar de manera injusta desde hace 23 años”, concluyó Ana en la entrevista con Once Noticias.

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