En Chiapas, cientos de personas provenientes de las comunidades de Pantelhó, en su mayoría, y de Chenalhó, han llegado a la ciudad de San Cristóbal y a otras comunidades vecinas, como Acteal, debido a los ataques por parte de un grupo ligado al crimen organizado.
Desde hace una semana prevalece la tensión en los poblados chiapanecos, ya que se registraron ataques, entre grupos armados; posteriormente, elementos del Ejército, la Guardia Nacional (GN) y la policía estatal ingresaron el miércoles 7 de julio a la cabecera de Pantelhó; un día después, cuando realizaban un recorrido por la carretera, fueron emboscados cerca de San José El Carmen, cuando intentaban desbloquear la carretera San Cristóbal-Pantelhó, que había sido bloqueada con árboles y camionetas quemadas.
El saldo de estos hechos fue de 9 elementos heridos por arma de fuego: 6 agentes estatales y 3 militares, que fueron trasladados para su atención médica a San Cristóbal de las Casas y, posteriormente, a Tuxtla Gutiérrez por vía aérea.
El 9 de julio militares, la Guardia Nacional y estatales retomaron el control de la cabecera del municipio de Pantelhó y abrieron el paso. Se encontraron explosivos que tuvieron que ser detonados por el Ejército, bajo los protocolos, en una casa del ejido Israelita.
Sin embargo, desde que se registraron estos ataques cientos de familias se han visto seriamente afectadas por la violencia.
Según datos de la organización civil Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas A.C (FrayBa) alrededor de 2 mil personas, mayoritariamente indígenas tzotziles, de esta región han sido desplazadas por la violencia del crimen organizado y la omisión del Estado mexicano para atender estos hechos.
Por tal situación se habilitaron dos ‘refugios’ temporales, para atender a las personas desplazadas, en San Cristóbal de las Casas y uno en la cabecera de Chenalhó. Sin embargo, en los primeros, se ha registrado poca afluencia, ya que las personas se han instalado de forma dispersa en las periferias de la ciudad.
Iglesias, escuelas y casas particulares se han habilitado para acoger a las personas desplazadas. No obstante, las ubicaciones son dadas a las personas que llevan víveres, pero sólo por Protección Civil.
El motivo, según expresan las personas provenientes de la región, es el miedo.
Porque hay mucho terror de que vengan estas personas por ellos. La mayoría son mujeres y niños, muchas han quedado viudas por los ataques, mataron a sus esposos. Por eso no es seguro que digan dónde están las personas instaladas. Hay gente infiltrada, muchos de esos criminales han salido del municipio y sabemos que están acá o en municipios cercanos”, dijo uno de los informantes quien por seguridad pidió a Once Noticias ser anónimo.
Aproximadamente, 3 mil personas están por toda la ciudad, dijo la fuente, sin embargo, algunos llegan con familiares o prefieren buscar refugio en casas de conocidos.
“Son muchos, aquí tenemos un aproximado de 60 personas, la mayoría, cómo ve usted son mujeres, niños y niñas. Yo soy de Pantheló y ayer fui por mi familia y si viera, es muy triste. Pero todos saben quién fue”, comentó el informante.
Algunas personas lograron salir de la comunidad sólo con un suéter y otras, la mayoría, sin nada más que el miedo y el terror por los hechos de violencia.
En un patio de tierra, en medio de una casa que se ofreció a brindar refugio, 11 integrantes de una familia (conformada en su mayoría por niños y niñas) se resguardaron ahí, desde el pasado viernes.
Llegamos desde el viernes en la tarde. Estuvimos esperando a ver quién se apiadaba de nosotros y nos dejaba subir, para irnos. Nos amenazaron que iban a lanzar bombas. Nos fuimos al parque, porque se supone que ahí no iban a llegar las bombas. Nos salimos sin nada. Dejamos todo. Todavía hay muchas personas que esperan a sus familiares, que están buscando salir. Son muchos, casi todo el pueblo y si es grande”, expresó un padre de familia con sus ojos llenos de preocupación, quien pidió resguardar su anonimato.
Otro de los testimonios es el de Doña Ana, de 70 años, quien por seguridad cambió su nombre.
“Nos salimos así, como nos ve, así nos venimos. Yo no sé hasta cuándo pueda volver a mi casa. Mi casita, imagínese, no tenemos nada y ahorita estamos aquí, no sabemos si mañana vamos a comer. Allá todavía se quedaron familiares, no han salido. Yo no sé cuándo se acabe esto. Me duele mucho, es mi pueblo, mi casita, no tenemos más, imagínese. Dios quiera que esto acabe”, relató mientras las lágrimas le invadían las líneas de su rostro.
Dejaron sus casas y salieron huyendo con la esperanza de que cese la violencia para volver.
Mi primo y su familia se quedaron allá. Tengo otro primo que está desaparecido, es policía. Esto empezó desde el martes, pero arreció el jueves y el viernes. Nosotros logramos salir el viernes. Nos venimos así, sin nada. Fíjese, traigo el mismo pantalón. Mucha gente se quedó ahí, sobre todo se quedaron ‘viejitos’, prefieren morir porque dicen que cómo van a dejar sus tienditas y sus animales. Otros salieron, en su mayoría las que son indígenas, salieron por el monte. Nos salimos porque aventaron bombas. Yo me traje a mi mamá, porque una mamá no se deja. No salimos en una camioneta que nos encontramos en el camino, pero dimos mucha vuelta, nos venimos por la terracería porque estaba cerrada la carretera para’ca”, comentó el hijo de Doña Ana.
Mientras mantienen la búsqueda de un refugio, entre los indígenas tzotziles prevalece el miedo a la represión.