Reportajes especiales

De la búsqueda al hallazgo de un campo de exterminio, así fue la labor de mujeres

La VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas localizó al menos diez fosas clandestinas en Morelos

La VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas concluyó su labor en el estado de Morelos. Localizó un campo de exterminio con al menos diez fosas clandestinas. También denunció dos sitios donde la Fiscalía del estado ya había levantado restos humanos, lugar donde las familias encontraron indicios que no fueron procesados por los peritos de la institución ministerial. Entre gritos, jalones e intimidaciones de los funcionarios de gobierno local, las familias lograron mostrar al país un espacio bajo las flores silvestres de Morelos. Al menos una decena de cuerpos esperaron meses o años para que la luz tocara sus huesos. Los tres primeros hallazgos ocurrieron a menos de 43 centímetros de profundidad. La pista de la búsqueda tras esas localizaciones fueron las manchas de cal en medio de una mina de tezontle. Pequeñas manchas blancas en la tierra roja mostraban donde podría haber un enterramiento clandestino, pues la mayoría de cuerpos localizados estaban en huecos rellenos de cal. Las mujeres de 17 a 73 años paleaban sin tregua contra el piso, sin embargo, el suelo de la mina estaba tan compacto que no podían bajar a más de 50 centímetros con pico y pala. Se solicitó una retroexcavadora para trabajar en este predio. La brutalidad del lugar no podría destaparse sólo con la fuerza de las buscadoras y eso lo tenían claro.
“Si queremos que regresen a casa tendremos que buscarlos como los enterraron, si no, no podrán volver a las familias en donde nos faltan”.
En esta exmina los pozos de sondeo ya no eran para buscar material de construcción, sino para encontrar algún resto humano. Las zanjas tenían hasta cuatro metros de profundidad, era el martes 19 de octubre, y fue a esos niveles en donde encontraron un fémur, en la siguiente zanja encontraron otro, un metro más adelante ropa envuelta en cal, y al final del día un fémur más. Estos hallazgos se sumaron a las tres fosas localizadas un día antes. Durante el tiempo en el que las familias localizaron tres cuerpos, la fiscalía sólo logro procesar una osamenta que tenía varios huesos del tórax, las dos piernas y el cráneo. Para el día miércoles, las brigadistas llegaron al lugar, diez minutos después de la única patrulla de policía municipal encargada de resguardar la zona. Las buscadoras comenzaron a preparar la herramienta, mientras que algunas ya estaban leyendo la tierra para ver en donde comenzarían a cavar, pero en el camino se encontraron con un fémur que había sido movido de las fosas localizadas un día antes. Los reclamos llegaron a los peritos. Ellos, decían, no sabían nada pues no eran los encargados de ese trabajo y tampoco harían nada al respecto para regresarlo al lugar donde se les había notificado el hallazgo un día antes. Ese día no hubo nuevos hallazgos. La mañana del día siguiente las madres ya estaban trabajando bajo el duro sol, una de ellas localizó un indicio más, se veía una placa de cal, no quiso seguir cavando más pues con eso era suficiente para que los peritos estatales inspeccionaran el lugar. Sin embargo, los forenses no habían llegado, nadie del personal de la Fiscalía estaba en la fosa a la hora de trabajo que se había acordado. Los funcionarios llegaron pasadas las dos de la tarde, pero olvidaron su equipo de trabajo y dijeron que tenían que regresar mínimo a comprar guantes para trabajar. Iniciaron sus labores pasadas las cuatro de la tarde, siete horas más tarde de lo que se había acordado con la Brigada. Para las siete de la noche una tormenta azoto contra la mina, el agua corría en pequeños riachuelos. Las madres se preguntaban si eso no afectaría a las osamentas localizadas. Mientras que los funcionarios ministeriales corrían a sus autos para refugiarse de las gotas de agua. Las madres colocaban piedras y tierra sobre el material quirúrgico que protegía los “tesoros” que ellas habían localizado. Al terminar la lluvia, el lugar parecía que había quedado vacío, sin embargo, la fiscalía y su personal regresaron en la madrugada para trabajar durante toda la noche en el predio, sin la supervisión de las familias y los medios de comunicación. Esto desató la desconfianza de las brigadistas y reclamaron revisar el lugar de trabajo al día siguiente. Para el viernes por la tarde las madres confirmaron que dentro de la fosa trabajada por los peritos aún había restos humanos que no habían sido procesados y denunciaron malos manejos de evidencia. Esa tarde las mujeres localizaron un indicio más que se sumaría a los ocho anteriores. El último día de búsqueda, el 23 de octubre, encontraron otro resto óseo a unos 20 metros al poniente de las fosas que se fueron localizando una junto a otra, en una línea recta que iba de norte a sur. El fiscal Alejandro Cornejo Ramos, al ser cuestionado por Once Noticias sobre el resguardo de las fosas y el trabajo de los peritos estatales, respondió que dejar evidencia en una escena “es una parte del riesgo cuando hay un número elevado de restos óseos en un lugar”.
“El fenómeno de la desaparición es un fenómeno social de múltiples raíces. La interpretación de ese lugar refleja un comportamiento social que muestra una realidad de violencia en el estado”, señaló el fiscal Cornejo.
La fiebre de sábado por la noche llegó a la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, algunas madres bailaban y cantaban en un convivio organizado por personas solidarias al movimiento, carnitas y refrescos para todas las mujeres, que tan solo en una semana mostraron al país entero el terror que se guarda bajo la tierra mexicana.

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