Reportajes especiales

“Falta que personas con discapacidad sean más visibles”, urgen cambio cultural

En México hay más de 20 millones 838 mil personas con alguna discapacidad, lo que representa 16.5% de la población total en el país, pese a ello continúa siendo una población discriminada que se acrecienta según las diferentes intersecciones y además es una población que padece altos índices de rezago, marginalización y vulnerabilidad.

 

Roberto, entre sombras

Roberto Ramírez recuerda cuando todavía era jugador de fútbol americano. Aún sonríe al compartir algunas anécdotas.

Estuve en el equipo de la Universidad cuando tenía 18 años. Te estoy hablando de 1957, eran buenos tiempos. Era fuerte y delgado. Jugué desde los 17 hasta los 23 años que fue cuando tuve el accidente”, comentó Roberto a Once Noticias.

Jugó varias veces contra los Burros del IPN. “En esos tiempos se armaban buenos encuentros, todos los jóvenes íbamos a los partidos. Mi cancha favorita eran los de la Universidad, la verdad”.

Roberto jugaba como receptor. Recordó que en un entrenamiento estaban lanzando el balón y en un momento desprevenido no vio el balón que golpeó su ojo izquierdo.

“Sólo me acuerdo que sentí un golpe muy fuerte y me dejó noqueado. Lo peor vino unos días después. Empecé con unos dolores bien fuertes y por hacerme el valiente no fui al médico. Lo dejé pasar. Por el golpe se me desprendió la retina: perdí mi ojo”, relató.

Desde entonces empezó un difícil camino para Roberto Ramírez, porque conforme pasaron los años y por algunas enfermedades crónicas mal cuidadas, empezó a afectarle la vista del único ojo que hasta entonces funcionaba adecuadamente.

“Eso fue con mi vista. La verdad la diabetes no me la cuidé y pues vea, poco a poco me ha afectado todito. Hace cinco años yo vivía solo, cerca de la Viga. Vendía mi mercancía y manejaba mi carrito, porque me dedicaba a vender ropa o chacharas. Pero ya no pude. Me cortaron el pie y pues ahora la edad. Ahora vivo con mi hija, ella me cuida”, compartió Roberto en un aliento de nostalgia y tristeza.

El caso de Roberto atraviesa algunas cuestiones: es un adulto mayor y en la actualidad perdió su vista y su pie izquierdo, por lo que depende del cuidado de su hija.

Aunque recibe su apoyo del programa social para adultos mayores que otorga el Gobierno Federal, no es fácil sentirse dependiente de su hija.

Mi hija me cuida, hace un gran esfuerzo. Mi hijita y mis nietos me hacen de comer. Con la pandemia ahorita no salgo, pero extraño salir solo. Ahora sólo con ayuda. Y en las tiendas si te ven sí ayudan, yo creo que me ayudan porque me ven grande”, confiesa entre algunas risas.

Por su parte, Adriana, hija de Roberto dice que no ha sido fácil. Y es que ella es la única cuidadora porque sus hermanos han decidido no apoyarla.

“No me pesa, es mi papá, pero de todos modos no ha sido fácil. Yo no tengo dinero más que mi salario de empleada y la ayuda que él recibe por ser adulto mayor. En el cuidado me ayudan mis hijos. Mi papá ya es una persona con discapacidad y no puede valerse solo”, señaló Adriana Ramírez.

Adriana vive en el Estado de México y consideró que la discapacidad es un tema que no suele tocarse mucho.

“Yo creo que hace falta que las personas con discapacidad sean más visibles. Yo creo que no hay todavía como sensibilidad. Vas a lugares y luego no te ayudan o algo simple, no respetan los lugares reservados en estacionamientos. Yo lo he visto ahora más con mi papá. Tampoco las ciudades están diseñados para ellos. Si yo no tuviera mi carrito sería imposible llevarlo al médico. Lo atienden allá en Iztapalapa y desde acá lo llevábamos. Imagínese si le toca ir y yo no tuviera, pues preferiría mejor llevarlo a una farmacia cerca, yo no tendría para llevarlo o para subirnos al Metro, sería imposible se me puede caer. Sí me ve la gente me ayuda, pero luego te das cuenta que eso no es suficiente. Y luego le sumas que mi papá ya es un adulto mayor”, expresó.

Y es que Adriana afirma que cuando su padre perdió la vista ya le fue imposible trabajar, por lo que ahora depende de ella: “Nunca se ha acostumbrado a estar en la ceguera. A veces se me pone triste, pero ahí la llevamos. Lo importante es su salud, ya lo demás Dios nos ayuda”.

“Nunca me acostumbraré a vivir entre sombras, pero qué le vamos a hacer, ya vamos de salida, sólo me queda vivir del recuerdo y pues a esperar”, concluyó Roberto.

 

 

Julio quiere volar

A Julio cuando era pequeño le gustaba que lo cargarán en ‘avioncito’. Su mamá, Claudia Valadez, cuenta a Once Noticias que eso le hacía reír mucho. Recuerda que le pedía los brazos para que lo hicieran volar.

Julio nació con discapacidad intelectual. Se la detectaron cuando entró al kinder.

“El médico me dijo que fue a causa de la hipoxia al nacer. Tardó mucho en respirar y eso le afectó. Para mí ha sido difícil sobre todo cuando su papá murió porque sí le afectó, tiene de pronto crisis y se lesiona. Ahorita ha sido menos”, indicó.

Al conversar sobre la discriminación Claudia dice que su hijo sí la ha experimentado.

“Tuvimos algunos problemas cuando empezamos a llevarlo a la escuela, porque vimos que tenía problemas para hablar y los niños me lo trataban mal, entonces una maestra me recomendó llevarlo a una escuela especial. Mi hijo tiene una discapacidad que es como si fuera un niño”, precisó.

Una de las cosas que más le preocupan a Claudia es cuando ella falte.

Me preocupa mucho si un día llego a faltar cómo va a valerse mi hijo. En mi familia, pues mis padres ya fallecieron y aunque queden mis hermanos yo sé que no será fácil cuidar a Julio. Yo lo atiendo y todavía le doy en la boca. Ya habla más, pero mi niño ya no puede ir a la escuela, porque ahí me lo tratarían mal. Estoy tratando de enseñarle algunos oficios”.

Claudia trabaja de costurera y está enseñándole a Julio a bordar. Cuando hace trabajos con sus vecinas, Julio va dejarles las cosas a las señoras cercanas o también hace algunos mandados.

“Ahorita mi hijo recibe una ayuda por parte de la Secretaría del Bienestar. Además siempre ando con Julio a todos lados y lo llevo a un centro cerca de la casa que le dan terapia del lenguaje. Con el COVID eso se detuvo, pero como la psicoterapeuta es conocida luego viene a la casa para hacer los ejercicios con mi hijo”, subrayó.

Claudia vive en una vecindad en Tacubaya y espera que cuando ella falte su hijo pueda tener al menos un empleo.

Lo que más me preocupa es que mi hijo se pueda valer por sí mismo, porque para las personas con discapacidad no hay trabajo. Si la situación es difícil para las personas con discapacidad más y luego sí me da miedo que me lo vayan a maltratar al verlo solo, por eso estoy enfocada en enseñarle la costura”, expresó.

 

Los datos son desalentadores

Según datos del Censo de Población y Vivienda de INEGI utilizó tres variables para contabilizar: personas con discapacidad, limitación en la actividad cotidiana o con alguna condición mental. En su desagregado presentó que en el país hay:

 

  • Mujeres: 11 millones, 111 mil 237 (53%)
  • Hombres: 9 millones 726 mil 871 (47%)

El grupo etario que concentra mayor población con discapacidad son las personas mayores de 60 años (40.9%). Le siguen el grupo de 30 a 59 años (29.8%) y los menores de 17 años (9.1%).

En el país estas poblaciones suelen padecer los estragos de la discriminación ya que lidera los altos índices sobre rechazo, exclusión y discriminación según datos del CONAPRED, al menos 58.3% indicó haber padecido discriminación, según la ENADIS (2017).

Aunado a ello están los datos de pobreza de CONEVAL que confirman que 49.5% de la población con alguna discapacidad se encuentra en situación de pobreza, lo que representa una diferencia mayor que la registrada en la población sin discapacidad (43.5%). 10.2% se encontró en situación de pobreza extrema, es decir, 1.8% más que las personas sin discapacidad

La población con discapacidad continúa siendo un reto para hacer políticas públicas incluyentes, diseñar espacios públicos que consideré a esta población, fortalecer la educación pública que responsa a una educación incluyente y fortalecer programas y cambios culturales en la erradicación de la discriminación hacia dicha población, considerada por los datos, como uno de los grupos más rezagados y de alta marginalización y vulnerabilidad. Asimismo, el apoyo de programas que atiendan a las familias que suelen ser las principales cuidadoras de dicha población.

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