Reportajes especiales

La búsqueda de un hijo en patria ajena, otra maternidad migrante

La Organización Internacional para las Migraciones estima que tres mil 699 personas han desaparecido en su tránsito por México

De El Salvador a Reynosa, Tamaulipas, hay 2 mil 315 km aproximados de distancia, según un mapa. A pie son 441 horas y el camino más directo, que marca el mapa, es una vieja ruta que han utilizado, desde los setenta, las personas que vienen de Centroamérica para llegar a la frontera norte:  la ruta del Golfo.

Donai Alberto García buscaba llegar a Los Ángeles, California, pero el ‘coyote’ lo llevó a Reynosa –la vieja ruta–. Tamaulipas es la segunda entidad con mayores cifras de personas desaparecidas en nuestro país, sólo después de Jalisco.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) en el país hay 99 mil 820 personas desaparecidas y no localizadas, de las cuales 11 mil 953 personas están desaparecidas en Tamaulipas, hasta el 10 de mayo de 2022.

Este contexto, sin embargo, se complejiza al desagregar el registro de personas migrantes desaparecidas. Según detalla CNB que, hasta la misma fecha, se registran dos mil 973 personas extranjeras desaparecidas, no localizadas y localizadas. Las principales nacionalidades que encabezan este registro son estadounidense, hondureña, guatemalteca, colombiana y salvadoreña.

Empero, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a través del Proyecto Migrantes Desaparecidos estima que tres mil 742 personas han desaparecido en su tránsito por territorio mexicano para llegar a la frontera con Estados Unidos. Esta cifra concentra los datos desde 2014 hasta el 10 de mayo de 2022.

Pero la migración y las desapariciones no se limitan sólo a la experiencia individual de las personas que son víctimas o que emprenden su tránsito, sino también a familias y principalmente a las madres, cuyas maternidades se ven sosegadas por los impactos que implican estos fenómenos.

Ana Lucía

-Pero no le pregunte sobre algo doloroso, porque está muy sensible y se puede sentir mal– atinaron a decir preocupadas las madres que acompañaban a Lucía. Sus ojos estaban hinchados por los brotes de lágrimas al compartir su caso.

Una mayoría, sin embargo, señalaba que ella necesitaba dar a conocer su historia, porque hace poco tuvo una noticia esperanzadora: –Andate, que puede que sirva para tu hijo, para ti–, le repetían las otras mujeres.

Lucía fue invitada a esta XVI Caravana, organizada por Movimiento Migrante Mesoamericana (MMM), a través del Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador (CONFAMIDE), y no tuvo duda para unirse a ella. Pasó Chiapas, Tabasco, Veracruz y llegó a Ciudad de México, para unirse a la Marcha de la Dignidad, en este 10 de mayo.

Ana Lucía decidió venir a México para buscar a su hijo en patria ajena, a casi 3 mil km de El Salvador, ‘el pulgarcito de América’. Emprendió su viaje sola.

Lucía cuenta a Once Noticias que muchas veces la familia piensa que hay una especie ‘de gusto’ al involucrarse en Caravanas, pero nada más errado que esa idea. Son las madres en las que recae, no obstante, la búsqueda de los hijos e hijas y muchas veces se ven marcadas por el abandono familiar.

Ana Lucía es madre de dos, pero su hija migró hace tiempo a Los Ángeles, California. El año pasado, el 7 de marzo de 2021, Donai decidió emprender el tránsito hacia el país vecino, para ir en búsqueda del ‘sueño americano’, como su hermana.

Ana Lucía habla poco de ella con Once Noticias. Su maternidad, sin embargo, pareciera mimetizarse y compartirse a otras madres que están con ella, pero que buscan a los hijos e hijas de todas.

“Uno agarra fuerza porque hay otras madres. Hay madres que llevan 20 años, 15 años. Yo apenas un año y me ando muriendo y ellas andan con fe buscando a sus hijos”, relata.

El 18 de mayo fue el último día que ella recibió una llamada de su hijo. Le dijo que cruzaría el Río Bravo, que estaba en Reynosa, Tamaulipas, “por ahí se los había llevado el ‘coyote’, que había estado en una casa. Nos habló como a las 11 de la noche, estaban en un monte, escondido frente al Río solo esperando pasar. Luego ya no supimos más nada. Mi hijo cumplirá 22 años en junio”, dijo Ana al medio.

Luego de la llamada de Donai, en junio, interpuso una denuncia en CONFAMIDA.

“yo nunca pensé que a mi hijo le iba a pasar esto, porque los ‘coyotes’ son malos. Nos habló un muchacho, que dijo que iba con mi hijo y que […] eran tres. El coyote los entregó a una gente y que los habían golpeado y [a Donai] lo dejaron como muerto en una calle y qué ahí se los llevaron”, señaló.

Su hijo había sido golpeado brutalmente hasta perder la conciencia y dicen que también la memoria, ocasionado por un traumatismo en la cabeza.

Hace poco, Ana Lucía se enteró de una noticia esperanzadora: una pastora de la Iglesia Embajadores Internacional, compartió una foto de un hombre parecido a su hijo, en las redes sociales, sobre un puente fronterizo en la ciudad de Tijuana.

“Una pastora repartió comida a indigentes, le tomó una foto a un muchacho parecido a mi hijo, y la subió a la página, pero a una periodista de aquí, fue la semana pasada y le dijo que tiene tiempo de no verlo y que no se llamaba como mi hijo, que se cambió el nombre, pero le dijo que si lo veía nos iba a llamar a COFAMIDE. Bajé la foto de mi hijo. Mire ese es mi hijo, el de azul”; señala mientras saca de un folder que carga con ahínco unas impresiones con las imágenes de Donaí.

Ana Lucía, a lo largo de 10 días, en el recorrido de la XVI Caravana escuchó a las autoridades mexicanas, pero también a otras personas que están en tránsito. En ellas se reconoció y reconoció a sus hijos.

“pasamos a un albergue en Chiapas, había inmigrantes, que los policías los habían golpeado con un bat. Había dos muchachos (una muchacha y un muchacho) y a los dos los había violado y siempre hablan que son los mismo policías, yo creo que la policía lo miran mal a uno, de ahí depende todo”; criticó la entrevistada.

Al conversar sobre el trato en México, percibió que hay rechazo por parte de algunas personas. Contó que en la Ciudad las trataron muy bien “cabal, con respeto”, dijo, sin embargo también se enfrentaron a expresiones de rechazo:

“Una señora nos dijo ‘por qué no van a chingar a su país’, nos tocó eso aquí en la Ciudad de México, había bastante gente. Ahí la gente bien enojada, En Chiapas, para arriba, los policías nos paraban y nos metieron a un lugar y nos registraron todo. Yo lo que creo que es que la gente no vea mal a los migrantes, porque ellos van de paso. Es algo muy complejo para los migrantes”.

Maternidades migrantes, otra forma de traspasar fronteras

Desde los setenta en América Latina, diferentes movimientos de mujeres se han organizado para buscar a sus hijos e hijas desaparecidos como el movimiento Eureka, las Madres de la Plaza de Mayo y las mujeres que se organizaron en Ciudad Juárez, Chihuahua.

La Caravana de madres y padres centroamericanos lleva 16 años –fundada por Martha Sánchez y cuyo objetivo es buscar a los hijos e hijas, pero al mismo tiempo visibilizar la complejidad del fenómeno migratorio y las desapariciones de las personas en su tránsito por el país–, y en ella se observa, no sólo una idea de maternidad sino de maternidades migrantes agrupadas en un movimiento que genera identidad colectiva que trasgredeel concepto de maternidad.

 “las vemos atravesando el territorio mexicano año con año. Vemos que madres migrantes al salir en búsqueda de sus hijos o hijas, al ir del espacio privado al espacio público, al traspasar fronteras, expresan otras formas de ser madres. Al cruzar fronteras fisicas tambien cruzan fronteras de género, porque ocupan espacios asignados a los hombres”, compartió Benelli Velázquez, doctorante en Estudios de Migración Internacional (El Colef), en entrevista con Once Noticias.

Y es que el movimiento de estas mujeres responden a una identidad política que cohesiona a mujeres de diversos orígenes, que van en contra de la presión social y en cuya intersección se entrucruza la tradición y la transgresión –que ha sido estudiada, principalmente por diversas autoras–:

“es una idea tradicional en tanto ponen a sus hijas o hijos al frente para que sean el motor de su migracion y búsqueda, y una transgresión porque traspasan fronteras tanto geograficas como culturales”, enfatizó la especialista.

Al hablar sobre maternidades migrantes la literatura especializada se refiere a ella como algo cambiante y que se entiende de diversas formas de acuerdo a los contextos y la historia. Benelli Velázquez criticó, sin embargo, que prevalecen discursos esencialistas y heteropatriarcales sobre la maternidad que exaltan instituciones y medios de comunicación.

“Estos adjudican a las mujeres las tareas sociales de cuidados y de crianza, pensando en la maternidad como algo bueno, virtuoso, espiritual y asociado a la identidad femenina y no se separa el ser mujer de ser madre”, dijo.

No obstante, recordó que se debe de hablar de maternidades, “dada la heterogeneidad y pluralidad deberíamos enunciar no la maternidad sino las maternidades y las distintas maneras de ejercerla”.

Agregó que esta Caravana, en la que además también se integran por otros familiares como hermanas, hermanos, padres, tíos o tías, se reconoce en una identidad colectiva en la que la migración no es proceso individual sino relacional y colectivo, por tanto también las búsquedas.

Benelli recordó que en ese tránsito, dada la vulnerabilidad de las personas migrantes (por su condición, origen, género) cada año se ha vuelto más complicado, tanto por el aumento de violencia como por las políticas migratorias de contención y deportación.

Esto ha conllevado a las personas a buscar otras rutas que suelen ser más peligrosas. Cuando las personas que migran son mujeres, además, están expuestas a la violencia de género como la trata de personas y violencia sexual. Así mismo son víctimas de las desapariciones o las masacres, tal fue el caso de la Masacre de San Fernando, en el año 2010.

Por otro lado, viajar en Caravana, es decir de forma masiva como lo han hecho las personas migrantes desde el 2018,  en su tránsito por México, ha permitido seguridad en su caminar y ellas  tambien “vemos caras y cuerpos de madres con hijos e hijas que caminan desde Centroamérica hasta la frontera de México”. El tránsito que por mucho tiempo estuvo pensando como un tránsito de hombres, se ha vuelto también un tránsito de otros cuerpos.

Por esa situación, la especialista concluye que “las maternidades [migrantes] son identidad colectiva y política en la que se reúne el bienestar de hijos o hijas, la búsqueda, el dolor y la fuerza, que las impulsan a marchar juntas. Las autoras hablan de que en los ejercicios de crianza y cuidados debe de haber una responsablidad colectiva, no es algo que sólo las mujeres podamos hacer sino la sociedad”, porque también es corresponsabilidad social los desaparecidos y desaparecidas en México.

Te estoy buscando hijo

Lucía Rivas regresa a su patria el miércoles, más por protocolo, porque si las condiciones estuvieran dadas llegaría al último lugar de México para buscar a Donai, su hijo.

La mujer criticó que no ha recibido una solución por parte de las autoridades mexicanas, “como que a ellos no les interesan los migrantes”, lamentó.

No obstante, dijo que por eso mantiene la esperanza en el trabajo de MMM, quienes mantiene acciones para buscar a personas migrantes desaparecidas, principalmente en penales y hospitales.

Hasta ahora han encontrado 307 personas con vida. Antes de llegar a Ciudad de México, dos familias se reunieron con su hijos, que fueron encontrados en penales, en Tabasco y Chiapas, respectivamente.

Hace poco Lucía recibió la noticia de que un hombre con las característica de Donai fue visto en el puente fronterizo, en Tijuana, Baja California, por lo que mantiene la esperanza de que si alguna personas encuentra a Donai en las calles, se comunique con MMM.

“Si Donaí me escucha, me lee, me pondría alegre, porque desde que desapareció me estoy muriendo. Primero dios si él me oye o me ve: te estoy buscando, hijo”, concluyó.

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