Reportajes especiales

“Mujeres afganas no necesitan ser salvadas, sino escuchadas”: especialista

El pasado 15 de agosto, luego de la toma de la capital afgana, Kabul, por parte de los talibanes, en redes sociales y diversos medios de comunicación ha circulado la preocupación por la situación de las mujeres en aquel país. En estos espacios se ha denunciado que con la llegada talibán retornará una situación de opresión y de restricciones a los derechos de las mujeres, tal como lo experimentaron bajo el fundamentalismo jehadi y talibán.

Sin embargo, sobresale una perspectiva occidental y paternalista en los discursos que sólo dan voz a los hombres talibanes y no a las mujeres afganas, por lo que es necesaria una perspectiva sitiada y contextualizada desde los territorios y las realidades específicas de las mujeres, y que responden a un entramado geopolítico y cultural.

Once Noticias conversó con la Dra. Carolina Bracco, especialista en estudios árabes y género, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) sobre la situación de las mujeres afganas a raíz de la reciente situación.

En octubre se cumplirían 20 años de la invasión a Afganistán por parte de Estados Unidos y sus aliados cuando, en 2001, arribaron tropas militares con la finalidad de combatir al Talibán.

El argumento de dicha invasión se legitimó en que el movimiento apoyó la red extremista de Al Qaeda y a Osama Bin Laden, a quien se le atribuyó los ataques terroristas del 11 de septiembre.

Fue así que Estados Unidos junto a sus aliados (Reino Unido, Alemania, entre otros miembros de la OTAN) legitimaron el discurso de la ocupación, para implantar la democracia occidental y “evitar” que Afganistán fuera un refugio para los grupos terroristas; la idea fue “liberar al pueblo”. En los hechos últimos la ocupación talibán avanzó hasta 85% del territorio, aunque no es una victoria aislada sino facilitada por el mismo Estados Unidos, aseguró la especialista.

Para la Doctora los discursos de liberación de las mujeres afganas han sido sostenidos tanto por los grupos de ocupación como por los medios occidentales.  Tal fue el caso de los discursos de Laura Bush, esposa del entonces presidente George W. Bush y de Laura Blair, esposa del ministro Tony Blair, quienes aseguraban que con la ocupación llevaban ‘libertad’ a las mujeres.

Señaló que después de 20 años y a la luz de la preocupación actual por parte de la comunidad internacional, por los derechos de las mujeres, “no se ocupó nada de los derechos de las afganas”.

Hubo más violencia de género, violencia sexual. No hubo un proceso de justicia transicional que juzgara esos hechos, esos crímenes contra las mujeres cometidos por todas las partes del conflicto y simplemente se maquilló un poco la situación de las mujeres”, precisó.

Denunció que siempre se ha hecho un uso político de la imagen de las mujeres afganas construido en un imaginario que las percibe como mujeres pasivas, víctimas, que necesitan ser salvadas. “Siempre esa retórica que se usó en 2001, está presente hoy”.

Enfatizó que se debe evitar caer “en la construcción del imaginario armado desde los medios occidentales”, sobre las mujeres afganas.

En la conversación, la politóloga recordó que hasta el momento, en teoría, las mujeres afganas gozan de los mismos derechos que los varones, aunque en la práctica cotidiana la realidad es distinta, como sucede en todos los países.

La Constitución que rige al país es la de 2004 y en ella se establece que:

hay cupos de género en el Parlamento, tienen derecho a estudiar y conducir, votar. Una serie de derechos que aparentemente estarían en riesgo si el régimen talibán vuelve a adoptar sus viejas prácticas del gobierno de los años noventa. Es muy pronto para saber si es palabra muerta o si los talibán, en este nuevo gobierno, van a tener una política diferenciada a los derechos de las mujeres”, declaró Carolina Bracco.

Compartió que el feminismo y la lucha por las mujeres de la región van de la mano con las luchas por la liberación nacional, porque son territorios que fueron ocupados durante largo tiempo por el imperio británico (en el siglo XIX), aunque hacia los setenta, del siglo XX, fue ocupado también por la Unión Soviética, cuyo retiro se dio en 1989. Después de esto, Estados Unidos puso un gobierno títere que fue rechazado por la oposición. En los noventa los talibanes ocuparon Afganistán. En 2001, fue invadido por estadounidenses y países aliados.

Al respecto la politóloga enfatizó que el feminismo occidental, blanco y europeo, tiende a tener una postura paternalista hacia las mujeres afganas.

“Otra vez el salvacionismo, de explicar cómo se tienen que liberar las mujeres afganas cuando en realidad […] cada movimiento de mujeres en su propio territorio es la que mejor sabe qué elementos o derechos necesita para sentirse libre”.

 

 

Implicaciones del islamismo en la región

Carolina Bracco relató que, tras la invasión de 1979, por parte de la Unión Soviética, comenzó un renacimiento del islamismo. Desde ese momento tuvo un uso político, ya que la finalidad fue combatir al régimen soviético, por lo que Estados Unidos, en alianza con algunos países como Arabia Saudita, financiaron y fomentaron el islamismo para combatir a sus ubérrimos enemigos.  

Al respecto la politóloga compartió que esto fue el caldo de cultivo, “ya que el régimen talibán es heredero de esta tradición, como Al Qaeda e Isis, y comienza en Afganistán en 1979, aunque toma sus propias características en cada país”.

 

 

La clave hacia la situación de mujeres 

La especialista dijo que una clave importante para reflexionar la situación sobre las mujeres en el país ubicado en Oriente Medio, “es rehuir a los discursos focalizados en la fascinación morbosa que tienen los medios occidentales sobre las mujeres afganas”.

Enfatizó que más allá de las especulaciones se debe de amplificar la voz de las mujeres de aquel país, para conocer sus necesidades sitiadas.

“La clave está en escuchar a las mujeres afganas, entender que no están necesitando que nosotras las salvemos, sino que las escuchemos”.

Indicó que se necesita establecer un diálogo horizontal sitiado a los contextos específicos, “no desde una lectura occidental del islam, sino tener una lectura que no esté mediada por la visión racista”, concluyó.

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