La policía de Nueva York dijo que había encontrado un kilogramo de fentanilo debajo de un colchón en una guardería en la que murió un niño y otros tres tuvieron que ser llevados al hospital.
Nicholas Dominici vivió apenas un año. Era un niño sano y alegre, pero murió por inhalar fentanilo en la guardería a la que lo llevaban sus padres. En realidad, era la fachada de un laboratorio clandestino de drogas sintéticas en el Bronx, Nueva York.
Su muerte abrió una investigación que puso al descubierto la existencia de decenas de fábricas de drogas sólo en el distrito 52 de la urbe de hierro, donde estaba la guardería “divino niño”.
Otros tres infantes fueron hospitalizados, y ahí se confirmó la presencia de fentanilo en su sangre.
“Todos somos padres, y no puedes ser padre y no enojarte por lo que les pasó a esos cuatro bebés”, dijo el alcalde de Nueva York, Eric Adams.
La administradora del inmueble y su inquilina, que rentaba la aparente guardería, fueron detenidas sin derecho a fianza. La Fiscalía las acusa de la muerte “imprudente y depravada” de Nick, y de exponer a otros niños al fentanilo.
La propietaria de la guardería, Gray Méndez, habría llamado a su esposo antes que al 911, tras encontrar a los niños inconscientes en el lugar donde tomaban la siesta.
La policía encontró en el inmueble maquinaria para elaborar pastillas y un kilo de fentanilo. Busca un tercer sospechoso.