Reportajes especiales

“Firmé para eximir a la empresa si me daba COVID-19”, historia de un mensajero

Dan las 4 de la mañana en punto, suena el despertador, es la hora que programó Genaro para levantarse. Alista todo para salir, enciende su moto y sale de su casa, en Ecatepec de Morelos, para desplazarse a 20 minutos de ahí, cuando aún no hay tráfico, hasta las oficinas de la empresa para la que trabaja desde hace 17 años como repartidor de correspondencia y paquetería en Coacalco, Estado de México. Esa rutina se vio interrumpida antes de cumplir sus dos décadas tras la pandemia de COVID-19.

“El 28 de marzo me descansaron. Tengo hipertensión y fue a los primeros que nos dijeron que ya no podíamos asistir a laborar. Quienes no tenían enfermedades se quedaron, 80% más o menos de la plantilla que labora en la empresa”, relata Genaro al tiempo que aclara las condiciones en las que quedó su situación laboral:

Cuento con un bono de productividad. Ése se otorga según la cantidad de correspondencia o paquetes entregados. El sueldo no tuvo modificación, así lo pasé hasta octubre de 2020, cuando el semáforo epidemiológico estaba en color amarillo en el Estado de México”.

El doctor Carlos Ferrán Martínez, abogado laboralista, refiere que la pandemia demostró los alcances, necesidades y oportunidades de la Ley Federal del Trabajo.

Primero, se tiene que tomar en cuenta que las personas contempladas en esta legislación tendrán que ser las contempladas en el Artículo 123. A partir de ahí, hay cuatro condiciones que se pueden determinar como inamovibles: salario, jornada laboral, lugar de trabajo y puesto. Ésas son prácticamente intocables”, explica Carlos Ferrán Martínez.

Entonces, en el contexto de Genaro, en el que su salario no se modificó, pero sí su bono, Ferrán Martínez advierte que “gracias a esos convenios, se pudieron conservar muchas fuentes de trabajo, se perdieron menos de las que hubo, y cerrado menos empresas de las que lo hicieron. Por tanto, se tiene que entender que esos convenios o acuerdos son legales. Incluso si se acepta sólo por voluntad, funciona. El problema podría venir cuando es una imposición por parte de la empresa. Lo único que es cierto es que existe una especie de línea gris que no deja claro cuándo se volverá a la ‘normalidad’ salarial”, estableció.

 

 La incertidumbre del retorno

Genaro volvió a trabajar en condiciones diferentes a las que tenía antes de aquel 28 de marzo de 2020.

“Nos dijeron que, si queríamos regresar, tendríamos que firmar un documento en el que laboraríamos bajo nuestra responsabilidad. La empresa no se haría responsable en caso de que nos enfermásemos. Como muchos, por la situación económica, tuve que reincorporarme. Algunos compañeros renunciaron considerando que no eran ésas las formas en las que teníamos que retornar, pero la necesidad económica pudo más en mi caso”, expresa.

El abogado Carlos Ferrán Martínez aporta que “el derecho laboral tendría que ser dinámico. Debería irse adaptando a las circunstancias del mundo actual, lo cual no ha pasado. Tenemos una Ley Federal del Trabajo creada en los años 70, con pocas reformas posteriores. Nuestra legislación tiene una interpretación posrevolucionaria que viene de las demandas y necesidades de aquella época. Por ello debemos entender ese contexto, y que muchos aspectos no puedan ayudar a hacer frente a la pandemia”, alude.

En el contexto de la carta que tuvo que firmar Genaro para volver a sus actividades, Ferrán Martínez sostiene que habría que ser nivelados.

“Tendemos a pensar que el patrón siempre se quiere aprovechar de los trabajadores. Cuando empezó la situación de la pandemia, se discutió si podría y tendría que ser enfermedad de trabajo. El debate era: ¿qué pasaba si un empleado atraía el virus fuera de su lugar y/o horario laboral? Es ahí donde se tendría que nivelar la interpelación. Al final de cuentas, el trabajador haya exonerado o no a su empresa; diga que se enfermó dentro o fuera del lugar de trabajo, se tiene que acreditar y demostrar. Por ello, la línea se advirtió tan delgada, que las empresas se sintieron tan vulnerables, que tuvieron que recurrir a este recurso. Al final de cuentas, los derechos laborales son irrenunciables”, precisa el abogado.

 

Nada volvió a ser igual

De los 25 años que Genaro lleva en el oficio de repartidor de mensajería y paquetería, 2020 representó un parteaguas en su labor.

“Disminuyó la correspondencia y la paquetería aumentó. De 6 pesos que nos pagaban por la entrega de paquetes, lo bajaron a 2. Eso representó, en automático, un enorme golpe a nuestros bolsillos. Además, los recorridos de las zonas son mayores: se trabaja más por menos dinero”.

“Hasta hace dos meses, la empresa nos había dejado de ayudar con refacciones, reparación de las motos y demás aspectos para movernos. Si se nos descomponía, teníamos que arreglárnoslas para desplazarnos por nuestra cuenta. Si nos quejábamos, el jefe nos decía que las puertas estaban abiertas para irnos. Llegó uno nuevo y es más accesible (…) Me apoyó en reducirme la zona. Habrá menos trabajo, pero mayor tranquilidad”, detalla Genaro.

El horario de Genaro es de 6:00 a 15:00 horas, pero se llega a quedar hasta tres horas más para hacer más repartos y poder tener mejores bonos.

Lo más complicado es la organización del trabajo. Hay que llegar a separarlo por: manzana, lote, colonia… ahora ya estoy más relajado por la disminución de zona, pero la parte económica sigue siendo compleja. A partir de la pandemia, la gente compra muchas cosas desde China. Las entregas son bastantes. El reparto de cartas se redujo 50%. De 800 a mil que entregaba hace un año, ahora sólo doy de 400 a 600. La empresa se vio también en una crisis enorme por esa transición. Incluso nos quitaron apoyos de mecánico y despensa. El primero ha ido regresando, pero el segundo ya no”, subraya.

Sobre el tema de los bonos, el abogado laboral Carlos Ferrán Martínez enfatiza que “hay que diferenciar: el salario base -el que nunca ha perdido Genaro, por ejemplo-, es inamovible. El salario integrado refiere a la suma de otras prestaciones, entre las que se contemplan los bonos. Por eso no habría mucha discusión en caso de eliminarlo o suspenderlo en algún proceso legal”.

“Ese salario integrado sí es importante para indemnizaciones. Para el cálculo de éstas sí se tiene que tomar en cuenta. Pero en caso de renuncia, nuevamente, sólo interesa el sueldo base. La línea gris surge nuevamente en caso de demanda laboral. Como ya se habrán adquirido derechos, se integra a la reclamación, para que se pague al final del juicio. Pero en sí, cualquier tipo de bono (asistencia, puntualidad…) es extralegal, no tutelado por la ley. Se vuelve un tema más manipulable. Y aunque el trabajador tiene razón para reclamar, sólo la autoridad tiene la facultad para decidir”, explica el doctor Ferrán Martínez.

Así como Genaro y sus compañeros que decidieron no renunciar a su labor, por más necesidad económica que amor al oficio, millones de empleados en el mundo se encuentran a la expectativa de lo que pueda pasar en los próximos meses para encontrar una nueva normalidad laboral que aún aguarda en la sala de espera con innumerables temas, como el teletrabajo.

En la Ley Federal del Trabajo estaba pensado en un contexto del siglo pasado; de quien maquilaba en sus casas, por ejemplo. No estaba en el radar el tema de las tecnologías digitales. El teletrabajo ya se venía discutiendo desde hace unos dos años, pero el presente se impuso. Ahora ya tenemos reglas, que sin embargo, y como en muchas otras, falta claridad en la interpretación. Principalmente en el debate sobre para quién fue pensada, para quién seguirá siendo, o para quién fue durante la pandemia”, concluye el doctor Ferrán Martínez.

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