Internacional

Los hijos del Estado Islámico, abandonados en un campo de Siria

Los hijos de los yihadistas viven una existencia sombría, pocos van a la escuela y muchos no han visto nunca un televisor ni han probado un helado.

Alí tiene 12 años y ha sobrevivido a cosas que ningún niño debería ver. Ha pasado media vida en lo que equivale a un campo de prisioneros para familias yihadistas en un árido rincón del noreste de Siria.

Sabe que no debe soñar con la libertad. En cambio, fantasea con tener un balón de fútbol. “¿Puedes conseguirme uno?”, dice, como si estuviera pidiendo la Luna.

Cinco años después de la caída del “califato” del grupo Estado Islámico (EI), decenas de miles de mujeres e hijos de yihadistas siguen retenidos por las fuerzas kurdas respaldadas por Estados Unidos en campos sometidos a violencia y abusos, sin que parezca haber un plan claro de qué hacer con ellos.

Más de 40 mil reclusos, la mitad de ellos niños, están encerrados tras las alambradas de espino y las torres de vigilancia del campo de Al Hol, gestionado por los aliados kurdos de Washington.

FOTO: Delil SOULEIMAN / AFP

Los hijos de los yihadistas viven una existencia sombría en viejas tiendas de campaña hechas, con poca agua y acceso limitado a servicios sanitarios. Pocos van a la escuela.

Muchos no han visto nunca un televisor ni han probado un helado.

Un experto de la ONU descubrió que los guardias separan a los varones de sus madres cuando cumplen 11 años, en violación del derecho internacional. Las autoridades kurdas aseguran que lo hacen para impedir que se radicalicen.

Admiten que los yihadistas siguen ejerciendo el control en algunas partes del campo mediante el miedo, los castigos e incluso el asesinato.

Un antiguo recluso aseguró a la agencia AFP que el EI paga pensiones a algunas viudas.

Alí vive aterrado: “Entran en las tiendas por la noche y matan a la gente”, dijo.

“No es una vida para niños (…) están pagando el precio de algo que no hicieron”, afirma a la agencia AFP un trabajador humanitario.

El campo Al Hol creció a medida que la coalición y sus aliados de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por los kurdos, se acercaban al último bastión del EI en el este de Siria, Baguz.

Cuando finalmente fueron derrotados en marzo de 2019, las familias de los presuntos yihadistas fueron llevadas en camiones a Al Hol.

Cinco años después, decenas de países siguen negándose a acoger a sus nacionales, y el líder de las FDS Mazloum Abdi, cuyos soldados custodian este campamento financiado por potencias occidentales, lo califica de “bomba de relojería”.

Una vida sin derechos

La agencia AFP entrevistó a viudas del Estado Islámico, a cooperantes, a fuerzas de seguridad y empleados de la administración, incluso dentro de su “anexo” de alta seguridad, el campo dentro del campo donde se recluyen a las mujeres “extranjeras” junto a sus hijos, procedentes de 45 países, separados de los reclusos sirios e iraquíes.

Algunas pidieron que no se les nombrara por temor a lo que pudiera ocurrirles.

Para complicar las cosas, en el sector sirio e iraquí del campo hay unos 3 mil hombres retenidos con las mujeres y los niños. 

Ni siquiera los guardias se aventuran en las hileras de tiendas por la noche, a menos que estén realizando una redada.

El enorme campo, construido en un principio para los refugiados que huían de las guerras de Irak y Siria, se impone a la localidad de Al Hol, con sus pequeñas casas y estrechas calles.

FOTO: Delil SOULEIMAN / AFP

Sus miles de tiendas blancas están tan apiñadas que es casi imposible caminar entre ellas sin chocar con algo.

La intimidad es inexistente, y las cocinas y aseos comunes son escuálidos e insuficientes, según los trabajadores humanitarios.

La mayoría de los niños no van a las escuelas de campaña. En su lugar, intentan ganar algo de dinero transportando agua, limpiando o arreglando tiendas para quienes tienen dinero enviado por sus familias.

Otros comercian con la ayuda alimentaria que reciben.

“Al Hol es un lugar asfixiante para que los niños vivan y crezcan”, afirma Kathryn Achilles, de la oenegé Save the Children.

“Nos dejarán aquí”

“¿Cómo pueden soñar nuestros hijos si nunca han visto el mundo exterior?”, dice a la agencia AFP una madre de cinco recluida en el “anexo”.

Dos tercios de los 6 mil 612 reclusos del anexo son niños, según los administradores del campo.

Esta mujer de 39 años dio a luz a su hijo menor en Al Hol tras huir de Baguz en 2019 después de que su marido, yihadista del EI, muriera allí.

Como todas las mujeres del campo, estaba cubierta de pies a cabeza con un niqab y guantes negros. Solo una rendija deja ver sus ojos grandes y oscuros.

El niqab está prohibido en el campo de Roj, más pequeño y cercano a la frontera turca, pero las mujeres de Al Hol aseguran a la agencia AFP que no se atreven a quitárselo por temor a ser castigadas por los integristas.

Delil SOULEIMAN / AFP

“Es una vida amarga, y lo que es peor, dicen que nos van a dejar aquí”, lamenta esta madre. 

Se han empezado a construir nuevas secciones en las que cada tienda tendrá su propio aseo y cocina.

Jihan Hanan, responsable de la administración, confirma que “el campamento puede permanecer a largo plazo”.

Asesinatos y abusos sexuales 

Lo que más preocupa a las organizaciones humanitarias son los niños.

En 2022 en el “anexo”, dos niñas egipcias de 12 y 15 años fueron asesinadas, degolladas y arrojadas a una fosa séptica.

Ese mismo año, hombres armados dispararon en la cara y el hombro a Rana, una siria a la que acusaban de haber tenido un hijo fuera del matrimonio cuando tenía 18 años.

“Me secuestraron durante 11 días y me golpearon con cadenas”, relató.

FOTO: Delil SOULEIMAN / AFP

Otros niños son víctimas de abusos sexuales y acoso, denuncia una cooperante. En tres meses, en 2021, trató 11 casos de abusos sexuales a menores. 

Los niños de Al Hol han visto asesinatos o “tiroteos, apuñalamientos y estrangulamientos de camino a comprar comida en el mercado o de camino a la escuela”, señaló Save the Children en un informe de 2022.

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